Superexplotación del trabajo y nuevas periferias en la economía mundial

AutorAdrián Sotelo V

Nos referimos esencialmente a tres órdenes de problemas estructurales (pero con expresiones dialécticas en el plano social y del poder) que se están desplegando en la actualidad:

La tendencia a la generalización de la superexplotación del trabajo en la economía mundial, hasta abarcar prácticamente a los países centrales del capitalismo avanzado.

El surgimiento de nuevas periferias en Europa a raíz de la desintegración de la URSS y del "bloque socialista" en beneficio de los países hegemónicos y de sus empresas transnacionales.

Por último, el arribo de nuevas potencias en la economía mundial, como China que, al lado de Estados Unidos, se coloca como nueva locomotora de la economía internacional, destacando en este aspecto, su relación con los países sudamericanos, en especial, con Brasil que cada vez más desdobla sus rasgos subimperialistas en tanto potencia subregional en América Latina (para este tema véase a Ruy Mauro Marini, "La acumulación capitalista mundial y el subimperialismo", disponible en internet: http://www.marini-escritos.unam.mx/006_acumulacion_es.htm).

La teoría de la dependencia ilumina estos fenómenos estructurales y sociopolíticos y los coloca y caracteriza dentro de la lógica expansionista de la economía capitalista mundial. En este contexto América Latina enfrenta grandes retos, entre otros, el hecho de que el capital y los fuertes Estados de los países avanzados han encontrado en las nuevas periferias (Hungría, República Checa, etc.) elementos suplementarios y mecanismos de presión y de sojuzgamiento de los trabajadores y de los pueblos para redoblar su dependencia y redefinir su papel dentro del esquema dominante de división internacional del trabajo en detrimento de los sectores industrial, de servicios y de la agricultura con grandes repercusiones sociales para las clases campesinas y productoras latinoamericanas que verán, así, depreciados aún más los precios de sus productos y deterioradas sus condiciones generales de vida y de trabajo.

En sus análisis sobre el subdesarrollo y el atraso, la teoría de la dependencia identificó un centro capitalista hegemónico y una colonia o periferia. Esos centros fueron inicialmente España, Portugal, Francia, Holanda, Inglaterra, y, por último, Estados Unidos, particularmente después de la segunda guerra mundial en que este país afirmó su supremacía en el sistema mundial de dominación imperialista prácticamente hasta la actualidad.

En cada proceso histórico, el ciclo del capital de la economía dependiente se articulaba con cualquiera de esos centros quedando subordinado ―y sobredeterminado― a la dinámica de acumulación, reproducción y expansión de capital de éstos, lo que les aseguró su conversión en imperios. Esta tesis la ilustra muy bien Vania Bambirra (Teoría de la dependencia: una anticrítica, Editorial Era, México, 1978. Existe versión en internet: http://www.rebelion.org/docs/55078.pdf), cuando escribe: "…la reproducción dependiente del sistema pasa por el exterior, es decir, en un primer momento los sectores I (bienes de producción) y II (bienes de consumo manufacturados) están en el exterior, luego, con el desarrollo del proceso de industrialización, el sector II se desarrolla en el seno de varias de las economías latinoamericanas pero el sector I no; para que el sistema se reproduzca tiene que importar maquinaria. A partir de los años cincuenta el sector I empieza a ser instalado en América Latina (en algunos casos antes) pero sigue dependiendo, para su propio funcionamiento y expansión, de maquinaria extranjera. Esta maquinaria, a partir de este periodo, no llega como mercancía-maquinaria sino como capital-maquinaria, es decir, bajo la forma de inversiones directas extranjeras. Esta es la especificidad de la reproducción dependiente del sistema: la acumulación de capitales pasa por el exterior a través de la importación de maquinaria; luego, cuando ésta empieza a ser producida internamente —sólo en algunos países y con muchas limitaciones pues los sectores de punta, como electrónica, energía nuclear, etcétera, son monopolios de los países más desarrollados—, está controlada directamente por grupos extranjeros, y si bien ya empieza a suplir las necesidades de máquinas del sector II —que por cierto también pasa a ser controlado en gran parte por el capital extranjero— sigue dependiendo de la maquinaria-capital del sector I de los países capitalistas desarrollados" (pp. 28-29). Como se sabe esta dinámica de la acumulación dependiente se observó particularmente en Brasil, México y Argentina durante todo el período de industrialización de las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.

En la actualidad en el seno de un sistema capitalista mucho más complejo y extendido, se observa el surgimiento de nuevas potencias, en especial China, cuya lógica comercial viene determinando (¿subordinando?) a países como Brasil y a regiones como Sudamérica, cuyos comportamientos económicos estructurales recientes en buena medida se explican en función de la dinámica expansiva y de desarrollo económico de China (datos interesantes al respecto se encuentran en CEPAL, Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe. Crisis y espacios de cooperación regional, Naciones Unidas, Santiago, agosto de 2009. Versión en internet: http://www.eclac.cl/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/6/36906/P36906.xml&xsl=/comercio/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xslt). ¿Significa esto una nueva forma de dependencia cuyo eje se traslada de la potencia imperialista norteamericana a China?, ¿ha dejado de ser Estados Unidos la potencia central articuladora de la dependencia y del atraso en que todavía se encuentran sumergidas las formaciones sociales dependientes? Por último, entonces: ¿ha dejado de ser la dependencia una categoría de subordinación y sojuzgamiento de países periféricos formalmente independientes a los países capitalistas hegemónicos? Preguntas fundamentales que deben orientar los análisis y reflexiones de los estudios de dependencia en la actualidad.

Por lo pronto el impacto de la globalización del capital, la reestructuración productiva y tecnológica, la acérrima competencia entre países y empresas en escala mundial, la concentración y centralización de activos, capital y tecnología en la esfera de la acumulación de los países desarrollados del G-7, el abultado y creciente desempleo, así como la singularidad de la crisis capitalista, están provocando un desplazamiento paulatino e inminente de las viejas periferias dependientes y subdesarrolladas que se constituyeron históricamente desde mediados del Siglo XIX en América Latina y el Caribe y que, como documenta el análisis socioeconómico y la ciencia histórica, coadyuvaron a la expansión capitalista durante los siglos XIX y XX reforzando, sin embargo, el subdesarrollo, el atraso y la dependencia. (Véase al respecto: Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, ERA, México, 1973 y Tulio Halperin Donghi,Hispanoamérica después de la independencia, Paidós, Buenos Aires, 1993)

Como dice Marini

América Latina se desarrolla en estrecha consonancia con la dinámica del capital internacional. Colonia productora de metales preciosos y géneros exóticos, en un principio contribuyó al aumento del flujo de mercancías y a la expansión de los medios de pago que, al tiempo que permitieron el desarrollo del capital comercial y bancario en Europa, apuntalaron el sistema manufacturero europeo y allanaron el camino a la creación de la gran industria (op. cit., 17).

Y más adelante afirma que:

... más allá de facilitar el crecimiento cuantitativo de éstos" (de los países industriales: AS)- la participación de América Latina en el mercado mundial contribuirá a que el eje de la acumulación en la economía industrial se desplace de la producción de plusvalía absoluta a la de plusvalía relativa, es decir, que la acumulación pase a depender más del aumento de la capacidad productiva del trabajo que simplemente de la explotación del trabajador" (op. cit., p. 23).

De acuerdo con Marini en virtud de la instauración de relaciones centro-periféricas de dominación y de dependencia los países subdesarrollados, productores de materias primas y alimentos, abastecieron la creciente demanda de los centros imperiales, al mismo tiempo que aceleraron la transición del eje de acumulación de capital desde la producción de plusvalía absoluta a la producción de plusvalía relativa (mediante la sistemática reducción del tiempo de trabajo socialmente necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo del obrero colectivo) en las economías de los países imperialistas, particularmente después del desencadenamiento de la primera revolución industrial en Inglaterra (1789-1792). De esta manera a finales del siglo XVIII y el siglo XIX las periferias dependientes coadyuvaron para el desarrollo de dicha revolución en ese país cuya expansión prácticamente cubrió toda la primera parte del siglo XX. La revolución industrial más tarde se extendió a los países más desarrollados de Europa occidental y, posteriormente, a Estados Unidos y Japón bajo la forma de taylorismo y fordismo en las primeras décadas del siglo XX, aunque cabe aclarar como hace David Harvey que fue necesaria una revolución en las relaciones de clase entre 1930 y 1950 y la posterior derrota de los movimientos obreros insurgentes que habían resurgido después de la segunda guerra mundial, para que el fordismo, como sistema productivo, organizacional y político, se difundiera y asentara definitivamente en Europa en tanto sistema de control del capital del proceso de acumulación y de la fuerza de trabajo (David Harvey, La condición de la posmodernidad, Buenos Aires, Amorrortu Editores. 2004, pp. 151 y 155). En esta misma obra este autor destaca la diferencia existente entre Taylor y Ford, entre taylorismo y fordismo cuando expresa que "Lo propio de Ford…fue su concepción, su reconocimiento explícito de que la producción en masa significaba un consumo...

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