La suma de todas las animaciones

Como la vida en esencia es movimiento, los seres humanos siempre buscaron la manera de darle vida a los dibujos surgidos de la imaginación con un sentido simultáneo de movimiento y emoción ( motion and emotion ). Con estas palabras se abre y se cierra el fascinante The Alchemy of Animation (Disney Editions, 2008), un libro esencial para entender la evolución de un género que explica como ningún otro la entrada del mundo del entretenimiento en la era digital.Su autor es Don Hahn, protagonista y testigo privilegiado de esta apasionante transición como productor ejecutivo de algunas obras de enorme influencia, de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? a El rey león y La bella y la bestia . Precisamente, alrededor de este último título se desprende la observación tal vez más llamativa (y hasta inverosímil, leída desde la actualidad) de todo el libro.Dice Hahn que 25 años atrás, encontrarse con largometrajes animados no era tan habitual. Sin embargo, La bella y la bestia (producción de 1991) se convirtió en el primer largometraje animado que obtuvo una nominación al Oscar como mejor película, compartida en aquella 64a. entrega con El silencio de los inocentes (ganadora ese año), Bugsy , El príncipe de las mareas y JFK .Más sorprendente aún resulta comprobar que sólo una década después, la Academia de Hollywood decidió asignar un Oscar específico a los largometrajes animados. La historia de este premio, que en los últimos años se convirtió en uno de los más buscados, comentados y competitivos de Hollywood, recién empezó a escribirse. Tiene apenas 12 años.Pero en esta década, como bien observa Hahn, los largometrajes animados funcionan como una muestra de la carrera anual entre las mayores superproducciones del cine globalizado, cuya meta es ganar un lugar en el podio de la taquilla. A tal punto que ya no llama la atención encontrarse en los cuadros de concurrencia a las salas con algún título animado a la cabeza. Lo que desde la mirada de Hahn podía ser una excepción hasta la década del 90 hoy funciona en casi todo el mundo como regla.También en la Argentina. Y con resultados que, mientras siguen la corriente y una lógica que parece irreversible (las producciones animadas resultan cada vez más atractivas para los adultos), no dejan de provocar de tanto en tanto algún efecto inesperado.Es lo que ocurre en este fin de semana con Dragon Ball Z: la batalla de los dioses , continuación cinematográfica del fenómeno animé que recorre el mundo desde 1984...

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