La sonrisa de los buitres y la farsa de los loros

Los buitres sólo comen cadáveres. Los exploradores conocen desde tiempos remotos sus hábitos alimentarios, su oportunismo y su truculencia. Si se arriman para picotearte es porque ya estás frito. Las aves carroñeras se sirvieron históricamente del plato de la deuda externa que l con penosa generosidad. El poder tiene muchos padres, pero la deuda siempre parece huérfana. Toda la dirigencia militar y democrática sin distinción de banderías está involucrada en tamaña desgracia, que obedece a esa tendencia nacional a vivir siempre por encima de nuestras posibilidades. Los buitres no tienen sentimientos ni moral; investirlos de maldad es tan pueril como creer que los animales salvajes son inofensivos porque Dumbo y el rey León lo eran. Esta versión Disney de la crónica financiera nos lleva al ridículo de enojarnos con los escualos que se aprovechan de un naufragio para no responsabilizar a los capitanes del desatino. Los buitres y los tiburones blancos son parte de la dura realidad con que los expedicionarios y los navegantes cuentan. El mar también es cruel, pero nunca puede ser culpable.Toda esta descripción zoológica y marítima, y estas lecciones vienen a cuento de la insólita reacción que tuvo el kirchnerismo frente a la evidencia de que su comandante cometió un fatal error de cálculo y averió el buque insignia, y a que les regaló un apetitoso banquete a las pirañas del mercado. Fuimos cadáveres económicos cuando los buitres compraron nuestra deuda, y somos cadáveres políticos en esta triste hora, cuando una derrota judicial en los tribunales norteamericanos puede hacer caer toda la reestructuración de la deuda "como un castillo de naipes", para usar la gráfica expresión que dibujó Cristina Kirchner a través de la primera cadena nacional, cuando se confesó muy "preocupada". Dicho sea de paso: a medida que transcurrieron los días su gobierno acusó a los medios de estar sembrando el miedo en la población; incluso habilitó algunos afiches digitales donde importantes periodistas aparecían como caranchos recortados sobre la bandera de los Estados Unidos. Impotentes de bajar al juez Griesa con un carpetazo de los servicios de inteligencia o de hundirlo en el Consejo de la Magistratura con la ayuda inestimable de la task force de madame Gils Carbó, la Presidenta se contentó con mandar a masacrar al magistrado a través de Canal 7, y con calificar su fallo de "extorsivo". Algunos de sus encumbrados funcionarios dieron a entender incluso que no acatarían la...

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