Sonaba ilusa, pero dejó la rutina para vivir entre yates y rodearse de paraísos: 'Viajar ayuda a dejar de subvalorar a la Argentina'

Cambio de vida.

A veces, cuando Florencia llegaba al escritorio de su oficina, fantaseaba con paisajes exóticos y aventuras en escenarios siempre cambiantes. Soñaba ser aquella eterna viajera que inspirara la pregunta: "¿En qué parte del mundo estás hoy?"

El sueño de viajar lo traía a cuestas desde hacía tiempo, pero lo cierto era que sus ingresos no le permitían costearse las travesías que tanto anhelaba. Así, los años pasaban, las excusas emergían y el miedo la frenaba. Entonces, cada tanto se levantaba con una sensación extraña en el cuerpo, llegaba un tanto desencajada hasta su escritorio laboral ubicado en La Plata y dejaba pasar las horas de trabajo con sensación de tiempo perdido.

Debía admitir que su vida era buena, entre amigos, estudio, trabajo y entrenamiento, ¿por qué cambiar una rutina agradable por una vida llena de incertidumbre? Aun así, Florencia lejos estaba de resignarse, jamás había sido del tipo conformista y decidió que, más que soñar, era tiempo de despertar.

Comenzó a investigar sus opciones en las redes: ¿Qué posibilidades había para una chica ya no tan chica, de clase media, con unos pocos ahorros, una carrera de abogacía aún sin concluir y un trabajo de escritorio aburrido? Ya había pasado los 30, había estudiado inglés, pero jamás lo había puesto en práctica, cierta vez hizo un curso de barista y, sin dudas, a todo le ponía mucho empeño. Tal vez, allá afuera había algo para ella.

Florencia en su otra vida, la de oficinista.

La respuesta llegó un día a través de un video de YouTube, en el cual una mujer contaba su vida y, casi al pasar, reveló que durante un tiempo había trabajado a bordo de yates. "¡Eso quiero hacer!", exclamó Flor para sus adentros. "Quiero recorrer el mundo en un yate y estar en aguas turquesas, rodeada playas hermosas y exóticas".

La difícil decisión de irse para vivir el sueño de trabajar a bordo de un yate y ver el mundo

Tomar la decisión de irse fue difícil, pero sabía que debía hacerlo. Durante el año siguiente, el objetivo de Florencia fue prepararse de la mejor manera posible. Su sueño sonaba a locura, no tenía idea de cómo iba a lograrlo, pero sabía que el primer paso debía ser conseguir una visa de trabajo que le permitiera permanecer legal en suelo europeo. Puso en marcha los trámites y comprendió que también debía mentalizarse y, de a poco, vender sus posesiones para costearse su pasaje: "No me quedó nada, vendí todo lo que había en mi departamento alquilado".

"No me iba porque el país no me gusta, ¡Amo a mi país, Argentina tiene todo, me encanta!", asegura Florencia. "Pero sucede que, a los que nos gusta viajar, explorar, enriquecernos culturalmente, las cosas se nos complican, nos vemos en la necesidad de irnos porque los destinos se vuelven mucho más accesible desde otros puntos del planeta".

"De hecho, me fui con la intención de lograr hacer base en Argentina, pero tiempo después el Covid me expulsó directamente. Con el cierre de fronteras, por una cuestión laboral, no me podía quedar varada en mi país", continúa.

Para Florencia, tomar la decisión de irse fue muy duro.

Su mamá, un ser sensible, no pudo evitar afligirse ante la noticia, pero conocía a su hija, su espíritu a veces rebelde, su deseo de hacer algo distinto con su vida sin seguir los mandatos esperados, como tener hijos, algo que nunca emergió entre sus planes.

Sus amigos, como siempre, fueron incondicionales y festejaron su decisión, Florencia se veía feliz y lo estaba, aunque el día en que empacó su vida en una valija fue más duro de lo...

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