Solo somos tiempo que pasa

Por mucho que lo intentemos, no es posible volver a reproducir aquello que nos produjo alguna forma de felicidad, así como no es posible volver al pasado. Cada momento es irrepetible y las cosas nunca suceden de la misma forma. Acaso porque nosotros cambiamos y esas mismas cosas nos provocan hoy sentimientos y emociones diferentes de los de "aquella vez" que, en vano, queremos recuperar.Esta impresión, apuntada en medio de mis vacaciones, resulta inquietante, sobre todo para alguien que se refugia de la incertidumbre en ciertos hábitos que en apariencia se repiten de modo tan exacto como reparador. Cada cual tiene los suyos. Para muchos, el café de la mañana es sagrado, una forma de reconciliarse con el día que empieza y por extensión con la vida toda. Puede que el mundo se esté cayendo a pedazos, que tus problemas y conflictos estén a punto de aplastarte, pero de pronto algo tan ligero como el aroma de un buen café pone las cosas en perspectiva y te viene a decir que, a pesar de todo, vivir no está tan mal. Te llevás el jarro a la boca y, sin saber cómo, algo te hace sentir apto para lidiar con aquello que se te ponga enfrente. Y no es la cafeína.Todos nos aferramos a ciertas rutinas en procura del mismo efecto: pasar otra vez por aquello que nos hizo sentir bien. Somos como gatos que eligen para la siesta las tejas entibiadas por el sol. Pero ocurre que el sol nunca calienta del mismo modo. Ya lo advirtió Heráclito en la antigua Grecia, con la imagen de ese río que, a fuerza de ir pasando, nunca es el mismo. Ese río que además es nuestro espejo.Alguna vez, en esta columna, conté que en verano me gusta leer policiales. No por amor incondicional al género ni por afición a la sangre, sino porque un verano, hace ya unos cuantos años, lo pasé fenomenal sumergido en las páginas de Chandler, Ross McDonald y Mankell. Repetí la fórmula en los veranos siguientes con resultados aceptables, aunque, lo confieso ahora, sin la magia de la primera vez. Sin embargo este año, durante estas vacaciones, la cosa no funcionó. Podía reproducir los aspectos externos de la ceremonia (el jardín al atardecer, la sombra de un árbol, el mate y el libro), pero por más empeño que le pusiera un día tuve que aceptar que aquello era un rito en el que el practicante, sin motivo aparente, había perdido la fe.En medio de esta crisis estival, me pregunté en qué consistía en realidad...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR