La sociedad le dice no

Era una discusión de café. Había muchos parroquianos apasionados y oyentes cautivados. Pero eran muy pocos, con todo, para definir si la Constitución argentina debería ser cambiada otra vez. Ahora apareció la sociedad. Una enorme mayoría, más del 66 %, rechaza que la Presidenta tenga otra oportunidad de reelección consecutiva. El debate debería darse por concluido, aunque es probable que el cristinismo persevere en su conmovedora vocación para defender causas perdidas.Después de todo, el estridente reformismo constitucional le permitió hasta ahora eludir las necesarias respuestas a la inseguridad, la inflación y la corrupción (caso Ciccone mediante). Esos problemas, y el desempleo, son las cuatro principales cuestiones de preocupación social.Al oficialismo lo salva de la perdición el buen manejo que tiene del ritmo político. No resuelve ningún conflicto grave de la sociedad, pero no pasa semana sin que la llene de nuevas y prescindibles iniciativas políticas. El voto de los inmigrantes o de los jóvenes menores de 18 años es, también, una confesión implícita de debilidad electoral. Sólo la fragilidad explica esas desesperaciones. Si la modificación sobre el voto de los menores se concretara, la legislación argentina debería ser cambiada para buscar cierta coherencia. ¿Por qué los menores de 18 años estarían amparados por los tratados que protegen a los niños, que tienen rango constitucional, para ser condenados por delitos graves si, al mismo tiempo, estarían en condiciones de elegir a las autoridades de la República?Tales esfuerzos creativos del oficialismo llenan, de paso, el lugar que debería ocupar el debate sobre crisis más serias y concretas. El cristinismo maneja el ritmo político, sin embargo, sobre todo frente a un arcoíris opositor siempre a la defensiva, seriamente dañado por las fisuras y las manías. La decadencia electoral de Cristina Kirchner (que casi no ha tenido pausa desde enero pasado) sería mucho peor si se enfrentara con una clara alternativa política. No es así. Ella resume un único liderazgo político en el país, también porque es omnipresente en el discurso opositor.La ingeniería electoral la cubre con buenos recursos el jefe de Gabinete, Abal Medina, porque esa es su especialidad como cientista político. Sabe cómo convertir la nada en números. Un vasto equipo de discípulos lo secunda en la tarea de hacer más lo que es menos. El proyecto reformista choca con un primer obstáculo, a pesar de todo, cuando entran a jugar las...

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