Un sistema que ya no se puede sostener

El Gobierno empezó ayer a desarmar el nudo más grande que tiene la economía argentina: los subsidios cruzados, discrecionales y muchas veces injustos a los servicios públicos. Lo paradójico es que semejante maraña que ahora parece imposible destejer fue construida por el mismo gobierno desde 2003.El anuncio tuvo los condimentos que caracterizan generalmente al mundo gestual kirchnerista: mucho énfasis y no tantos efectos prácticos. El ahorro fiscal proyectado por las facturas de luz, gas y agua a precio real que pagarán ciertos rubros es de $ 600 millones por año, apenas un 0,8% de los 75.273 millones que se presupuestó como subsidios al sector privado para 2012.Ayer nadie sabía a ciencia cierta cómo va a ser el esquema de cobro, y menos aun cómo llegará el Gobierno a ver el resultado en las cuentas fiscales. El entramado regulatorio que rige los servicios públicos es inabordable para muchos, incluso para expertos que trabajan con las propias compañías.Tan complicado es que no es posible hacer una norma general sino que será necesario ir sector por sector o, a veces, empresa por empresa. El consumo de agua, por ejemplo, no está subsidiado; lo que sí es pagado por el Estado es el déficit de la empresa Aguas y Saneamiento (AySA). El año pasado, la empresa que presta servicio en la Capital Federal y en 24 partidos bonaerenses necesitó $ 2824 millones para financiar su déficit; para el año próximo, el presupuesto que se envió al Congreso ya separó $ 4769 millones para que la empresa que maneja Carlos Ben mantenga su equilibrio. Durante estos años, pocos se fijaron en el aumento de los costos laborales, especialmente, que registró AySA. Ahora, cuando el dinero fiscal parece empezar a quedar corto, el Gobierno decide que sean algunos usuarios elegidos a dedo los que aporten para sostener la compañía.Algo similar ocurre con el gas. Pese a lo que dice el Gobierno, no hay subsidios directos a los usuarios. Lo que sí existe es un descomunal giro de fondos públicos que van destinados a comprar gas importado en épocas de mucha demanda para ser entregado a la red de gasoductos. La Argentina perdió el autoabastecimiento energético con el kirchnerismo y fue el Gobierno el que decidió comprar combustibles en el exterior antes de dar señales de precios que motorizaran la inversión a los productores locales, a los que les congeló el valor hace años. Pocos advirtieron que allí se gestaba una bomba que sólo aplazaba su explosión a fuerza de dinero.Ahora el dinero menguó y la...

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