'El sistema te hace descartar sueños', se abrió camino ante la adversidad y confió en alguien impensado para dar un salto

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No lo supo en aquel entonces. Pero la escritura le permitió dar una vuelta de tuerca más a su historia. Fue una noche de pandemia que, cansada de buscar quien la acompañara en su proyecto, decidió tomar las riendas de su sueño y saltar hacia lo desconocido. Sería ella misma la que invirtiera el dinero que necesitaba para dar forma a su emprendimiento. Su vida no había sido fácil y los ahorros que en ese momento estaban destinando a dar ese primer gran paso los había ganado desde pequeña, no sin esfuerzo.

Criada en el barrio de La Teja en Montevideo, Uruguay, hasta los seis años había vivido en un cuarto prestado junto a su madre. Una cortina la separaba del espacio donde vivía su tía. "Teníamos una cama de una plaza para ambas, una pelela, un calentador y una mesita plástica con jarra y vaso. El baño era afuera, con jarra, latón y agua fría de pozo", recuerda Andrea Espinosa. Ese mismo año se mudaron al barrio Tres Ombúes, donde vivía quien entonces fue la pareja de la mujer. "Era una casa muy sencilla y obrera de bloques y piso de cemento, sin revestimientos ni puertas. También el baño estaba afuera. No había llegado el sistema de saneamiento a la zona".

Haciendo trabajo voluntario para un comedor de niños.

"Cargaba con el peso y la tristeza de una infancia robada"

Más allá de las dificultades económicas, a partir de los nueve años, la vida de la pequeña Andrea fue de mal en peor. Su hermano menor había quedado a su cargo por completo, ya que su madre trabajaba durante el día y se ausentaba por largas horas. "Por momentos me frustraba mucho. No era ayudarla. Era ocuparme de todo desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Cargaba con el peso y la tristeza de la soledad de una infancia robada por tareas adultas, de no poder jugar y saber que si no hacía eso, la culpa era mía porque de otro modo no comíamos. No fue nada fácil crecer con una madre frustrada por tener que solventar todo sola y por el rechazo propio de la vida. Todas sus frustraciones se desahogaron en mi pequeño cuerpito que cubrió el aun más pequeño cuerpito de mi hermano, ocho años menor que yo".

A los 19 años finalmente logró independizarse. Se mudó a una residencia estudiantil. No tenía el dinero necesario para alquilar un lugar para ella sola. Sus recursos eran los justos para ir al trabajo que había conseguido como empacadora en una fábrica textil, pagar la residencia, ir a estudiar y comer lo básico: fideos instantáneos, ofertas de atún y arroz medio...

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