Un sino trágico

Pilotos, miembros de la caravana, asistentes, espectadores y hasta improvisados colaboradores o trabajadores rurales y de zonas inhóspitas que se vieron sorprendidos por el paso de la travesía no pudieron escapar a un fin común. Carrera dura y controvertida si las hay, el Dakar conlleva con su leyenda de heroísmo y aventura una estela de muertes que no hace sino confirmar lo complicado que resulta tomar parte de ella. A tal punto sus caminos han sido traicioneros e implacables, que hasta el propio creador de la prueba, Thierry Sabine, se inmoló en ella mientras seguía la prueba de 1986 a bordo de un helicóptero. Esa tenebrosa mística fue disparadora, en muchos casos, de un atractivo que, como un imán, entusiasmó a muchos competidores a desafiar a la naturaleza más cruda. Así, el desierto africano se convirtió en un terreno de dificultad al que año tras año se llegaba con la seguridad de ingresar en él, pero jamás con la certeza absoluta de poder salir.Vaya destino marcado el del Dakar, que se llevó la primera vida en su primera realización, al fallecer el motociclista francés Patrick Dodin en 1979, después de una caída cuando se dirigía a la largada de la etapa Agadez-Tahoua. Criticada por su recorrido inhumano , reprobada por atravesar zonas muchas veces en conflictos bélicos y defenestrada por muchos al punto de considerarla desprovista de toda lógica, la prueba más dura del planeta siguió adelante. Mucha gente atropellada por autos y camiones quedó en el camino. El panorama se volvió más espeso en 1991, cuando por una revuelta en Mali, el piloto de asistencia Charles Cabannes murió a causa de un disparo de bala. La violencia en el corazón africano no se detuvo y, a fuerza de sangre y fuego, la carrera fue expulsada del continente negro en 2007. Para entonces, más de medio centenar de víctimas mortales quedaron como testimonio de una pasión demasiado...