Simeone no sabe perder

Detesta ese espíritu segundón que en otros ámbitos avanza rastrero. Por eso hudió la cabeza apenas escuchó el anuncio en Zurich. Estaba ilusionado con ganarles a esos tanques, a Carlo Ancelotti, respaldado por la billetera más acaudalada del planeta, y a Joachim Löw, con el aval de una magnífica generación y un largo proyecto sostenido por toda una nacion futbolera. Igual creía que podía dar el batacazo porque él desafía los imposibles.

Este cazador de retos necesita que lo pongan a prueba. Que desconfíen, que lo posterguen... Después de la dolorosa caída en la final de la Champions, hace cinco partidos que se mantiene blindado contra Real. Le ganó la Supercopa española, lo derrotó en el Bernabéu por la Liga y lo acaba de despedir en su casa de la Copa del Rey que defendían los merengues. Su impulso de superación se alimenta de la venganza.

Cuando apareció Catania en su horizonte, en enero de 2011, no reprimió más el deseo que sentía por volver al ruedo. Porque Simeone siempre reclama acción. Necesitaba relanzar su carrera, en una meseta después del último puesto en River y el discreto paso por San Lorenzo. Le sobra apetito de reivindicación, usina indispensable para alguien que se siente pleno entre decisiones arriesgadas. Pero...

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