Sigilosas gestiones para una foto soñada

"Fue difícil. Pero por suerte salió todo perfecto", confesó aliviado uno de los principales referentes del macrismo en el semivacío edificio de Bolívar 1 cuando caía la tarde.Es que la foto feliz del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y su esposa, Juliana Awada, con el flamante papa Francisco en plena Santa Sede tuvo sus vericuetos y su historia secreta. Una historia donde se combinan la reticencia del gobierno nacional a cederle lugar de privilegio a un competidor y los vínculos del macrismo con el nuevo pontífice.Todo comenzó a complicarse, según relatan en el gobierno porteño, con la exclusión de Macri de la delegación oficial encabezada por la presidenta Cristina Kirchner. "Hicieron gestiones para que la visita de Mauricio pasara desapercibida", afirmó a LA NACION un alto funcionario porteño, apuntando al canciller Héctor Timerman y al embajador en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero. Como la idea era ir de todos modos, el gobierno porteño notificó al nuncio apostólico en el país, el suizo Emil Paul Tscherrig, sobre la visita. Allí comenzaron las charlas reservadas de los macristas con llegada a la Iglesia: Federico Suárez (colaborador de Macri); la diputada porteña Victoria González Gorleri (ex...

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