'Siempre me gustaron los malos': hija del armenio más famoso y fan de la momia negra, adoptó dos hijos a los que les siguen preguntando por Karadagian

AL día de hoy le sigue hablando a su padre, aunque no esté presente

Paulina, como toda su generación, jugó a la lucha con su papá con la cama matrimonial como ring. Es más, la rompieron varias veces. Pero ella forcejeaba con un titán de verdad. Con el jefe de todos, Martín Karadagian. Era su nena, su única hija. Hoy, sin embargo, admite que su luchador favorito fue La momia Negra. "Siempre me gustaron los malos", dice entre risas. Este año se cumplen setenta años del espectáculo del que millones de niños, hoy adultos, pueden dar detalles. Del que son capaces de enumerar con su nombre de fantasía a todos sus protagonistas, recordando además sus golpes célebres. Y hay más: se cumplen 100 años del nacimiento de este ídolo infantil del que le siguen hablando los padres a sus hijos, del armenio más famoso del país, del creador de Titanes en el Ring.

La desconocida vida de Paulina

Poco sabemos de ella. La que pudo ver todos los shows que quiso. La que faltaba los viernes a la escuela, con autorización del director, para ir al estudio de televisión. La que se iba de gira con el Caballero Rojo, El joven Maravilla, William Boo, Rubén Peucelle, entre otros. La que arrancó estudiando para abogada, para no decepcionar a su padre. La misma que sacaba pecho cuando su papá la acompañaba al colegio cada mañana, pero que años más tarde no se animó a presentarle ningún novio. La que hoy trata de revivir esa fiesta, aunque hayan pasado tantos años, y Karadagian ya no esté.

De chuca, en el escritorio con su papa y su figura de acción

-¿Cómo te presentas a alguien que no te conoce?

-No sé chapear con el apellido. Hay gente que no sabe de entrada quien soy, hasta que después de un tiempo cae por algo, porque vieron una nota. Lo mío es directamente "hola, soy Pau". Soy mamá, soy copyrighter... si no me conocen, no hablo de Titanes. Espero a que se enteren solos. Ahí recién caen todas las preguntas. Me pasa, por ejemplo, que estoy en una sala de espera, y me llaman por el apellido. Y se da vuelta todo el mundo y yo también. Entonces dejo pasar un rato, me paro y le digo a la secretaria que estaba en el baño (risas)

-¿Qué porcentaje de tu día se lo lleva hoy ser una Karadagian?

- Cien por ciento. Es algo indeleble. De lo que estoy súper orgullosa. Es lo más lindo del mundo. No me ha cerrado puertas sino todo lo contrario. Pero tampoco ando por la vida advirtiendo que soy una Karadagian.

-Y eso que fuiste la nena de papá. Sos única hija...

-Y encima hija de padres grandes para esa época. Papá tenia 51 y mamá 40 cuando nací.

- Sabemos muy poco de ella. Contanos quién era Aída, cómo era.

-Era una divina también. Falleció 11 años después que papá. Los dos murieron a la misma edad, a los 69. Lo recontra amó. Yo era chica y disfrutaba ir a las giras todos los fines de semana. Pero mi mamá tenía que ser puro amor para estar siempre ahí. Gira tras gira. Y sin tener ningún rol activo dentro de la organización de Titanes. Le encantaba, se divertía mucho. Nosotros tres éramos muy juntitos y muy solitos. Entonces las giras eran como una gran compañía. Mamá era de protestar más en casa cuando jugábamos a la lucha e indefectiblemente la cama se rompía. Y había que llamar sí o sí al carpintero. Yo tenia ocho, nueve años. Y papá era super mal perdedor. Le decía "cuerda, cuerda". Y me respondía: "Acá no hay cuerda".

- ¿Y tu viejo de qué hacía? ¿De Martín Karadagian?

-No hacíamos de ningún luchador. No había nombres. Eramos papá e hija, luchando. Sabés que papá al principio era malo en Titanes. Se hizo bueno a partir de mi nacimiento. Decía que no quería bancarse mi mirada de desaprobación. Porque él quería enseñarme lo mejor. A veces me llega alguna imagen de "Sucesos Argentinos", cuando papá era de los malos, y era totalmente comestible, es amoroso, me encanta. Y digo "pá, mirá lo que hiciste por mi".

De chca era más compinche de su padre que de su madre

Llegar al cole con Martín Karadagian

Como familia vivieron juntos en Recoleta, muy cerca de donde estaba el garaje que pagaba una parte importante de la olla. Martin Karadagian la llevaba al colegio a diario. Iban caminando...

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