Sentimiento chamamecero

Martín tiene en el brazo un tatuaje tumbero con el símbolo de Attaque 77 y abajo, como rúbrica, el dibujo de una mujer desnuda y voluptuosa al estilo chica Divito. Canta el chamamé con el sentimiento de un veterano como Atilio Puchot, un legendario cantor de los sesenta, integrante del histórico conjunto Cuarteto Santa Ana, que marcó un estilo y que muchos jóvenes chamameceros veneran como si fuera Jim Morrison, porque murió joven, como un leyenda rockera, a los 39 años. "Dicen que era muy desprolijo y que murió de sífilis".Martín estaba seducido por la vida marginal y periférica de los piringundines de cumbia, donde tocaba todas las noches. Pero reconvirtió su vida al chamamé y formó un grupo llamado Paraná Canto, que el otro día subió al Anfiteatro Tránsito Cocomarola, como toda una camada de músicos jóvenes de la región con los que toca, como el acordeonista César Frette y la cantante Gicela Méndez Ribeiro, que buscan revitalizar el movimiento. A Martín le gusta hablar en guaraní -correntinidad al palo- y tiene un rostro parecido al "Chino" González, el cantante de Nueva Luna, el popular grupo de cumbia romántica, que para la Fiesta del Chamamé también decidió reconvertirse a la religión chamamecera. Dejaron la cumbia de lado y ofrecieron un concierto litoraleño junto a referentes locales como Jesús Simón Palacios y el "Bocha" Sheridan, con el fervoroso marco de un Tránsito Cocomarola con quince mil personas extasiadas por el chamamé. Cosas que sólo logra esta música.Algo pasa en este mes. Los chicos que durante el año se avergüenzan del género que fue la banda de sonido de sus abuelos, se convierten a la religión chamamecera y se olvidan de sus ídolos pop por doce noches. "Es raro lo que pasa, porque mucha de la gente que está acá te aseguro que no le interesa el chamamé, pero lo bueno es que vengan y empiecen a contagiarse", dice Ángel Montes, del grupo Nendivei, que recibió ese contagio de la música y decidió armar un grupo en 2000. "Por ahí, ves pibas que van a los boliches y nos les gusta nuestra música, pero en la fiesta del chamamé tenés que estar. Es como un evento social", apunta su compañero, el acordeonista Francisco Azcué, mientras mira cómo un grupo de adolescentes llama a sus amigos para decirles: "Vénganse que acá esta lleno de gente"; o viralizan el efecto contagio del chamamé, subiendo fotos instantáneas de todo lo que sucede a las...

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