Sendero Luminoso quemó su pueblo. Perdieron todo, pero el chocolate les salvó la vida y los volvió exitosos

Cuando perdieron todo no imaginaron que el futuro estaría en los chocolates y los premios recibidos

Rosaura Laura era muy chica cuando el grupo terrorista Sendero Luminoso irrumpió en su pueblo y lo quemó por completo. Eran tiempos complicados en Perú. Esa noche tuvo que abandonar su casa, que había quedado reducida a cenizas, y escapar con sus padres y hermanos en busca de un lugar donde vivir. Mientras cruzaba ríos y valles con las pocas pertenencias que habían podido rescatar no imaginaba que décadas más tarde, estaría viajando por el mundo recibiendo premios por la línea de chocolates creada junto a sus padres. Pero la travesía hasta este presente exitoso estuvo plagada de obstáculos.

Rosaura Laura se considera sobre todo agricultora

La huída y una tierra devastada por la coca

El camino no fue fácil, hubo momentos de hambre y peligro pero nunca perdieron las esperanzas. Solo se podía ir para adelante, no había dónde volver, atrás solo quedaba una tierra arrasada. "Mi mamá cambiaba frutas por verduras para poder alimentarnos, yo era muy pequeña pero lo recuerdo bien", cuenta. Al tiempo, su papá Juan recuperó una finca familiar en la comunidad de Pichari, Cusco. Los Laura son una familia de agricultores y productores de cacao de una zona conocida por el narcotráfico, "mi familia desde 1970 se dedica al cacao, hemos vivido de cerca el conflicto del terrorismo pero mi papá y mi mamá trabajaron mucho para mejorar la situación" cuenta Rosaura luego de un largo día en la plantación. "La finca estaba completamente abandonada y tuvimos que empezar de cero, antes se había plantado coca que es un cultivo muy rentable pero deja la tierra destrozada y solo lleva a la perdición," sentencia, "hubo que trabajar mucho para recuperarla pero como mi padre tiene un gran respeto por la naturaleza, trabajó sin descanso para hacerlo."

Lejos de los tiempos de Sendero Luminoso y en plena producción

Una familia cacaotera con una hija ingeniera y agricultora

Cuando Juan y Carmen Laura, los padres de Rosaura empezaron a trabajar la finca se dieron cuenta de que era aún un lugar peligroso para sus hijos y decidieron dejarlos con sus tíos y primos en la ciudad. "Mis hermanos y yo vivíamos en Ayacucho, allí hicimos el jardín, la primaria y la secundaria, cuando llegaba el verano volvíamos a la finca para ayudar, veíamos a nuestros padres una vez al año porque no teníamos ni mucho dinero ni mucho tiempo para viajar", recuerda. Recuperar la tierra, colocar materia...

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