Selva Almada: 'Yo no hago documentalismo literario con mis novelas'

Hay una luz que ingresa por la ventana, una luz de mediodía que se abre generosa sobre el rostro de Selva Almada y por momentos lo convierte en una pintura renacentista. El ir y venir de los mozos de Las Violetas y el murmullo de los habitués de la confitería acompañan su relato: el de una escritora que se sumó al elenco privilegiado de autores argentinos que se leen aquí y en el extranjero y lo hizo casi desde el vamos, con su primera y celebrada novela, El viento que arrasa. Le siguió otra novela, Ladrilleros, y Chicas muertas, un libro que abreva en la crónica como género para narrar tres historias de crímenes de mujeres jóvenes del interior del país. "Me gusta que cada libro sea diferente", dice, con ánimo programático.

Cada vez que leo a Flannery O'Connor descubro otra cosa. Hay una cuestión con la oralidad de sus personajes que me sorprendió mucho cuando la leí por primera vez. En la literatura argentina siempre esta cuestión de la oralidad está emparentada con la gauchesca o a un costumbrismo que no me gusta para nada. Flannery y Carson McCullers eran lecturas recientes cuando escribí El viento que arrasa, y por eso la novela está impregnada por esa literatura. Y fue esa oralidad lo que traté de reproducir en Ladrilleros. Me interesaba poder usar y transformar la realidad en una poética, no transcribir la oralidad. En Ladrilleros creé un híbrido de palabras que sí son del Chaco con otras que me resuenan de mi infancia en Entre Ríos y con palabras del conurbano bonaerense. Quería incorporar ese lenguaje, pero a la vez transformarlo. Cada vez que me dicen: "Tu literatura es hiperrealista", no estoy de acuerdo. Tiene mucha conexión con la realidad, pero es un universo transformado, no es un documental. Yo no hago documentalismo literario.

Un relato largo como bisagra. Antes de las novelas había escrito "Intemec", un relato que trata sobre unos tipos que hacen cableados entre pueblos. Un día, un obrero chaqueño, un indio, tiene un accidente, muere y mandan a dos compañeros a llevar el cuerpo. Gran parte del cuento transcurre en la ruta. Cuando lo terminé pensé: voy a hacer un libro de cuentos con historias que transcurran en la ruta arriba de un auto, entre Entre Ríos y Chaco. Y pensando qué otras actividades podían llevar a alguien a pasar muchas horas arriba de un auto, me acordé de las primeras veces que fui a Chaco y cómo me impactó la cantidad de iglesias evangélicas que había. Entonces pensé en la figura del pastor itinerante, que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR