La selección buscará en el interior un refugio permanente

Los jugadores de la selección ya no querían jugar en Buenos Aires. Y Gerardo Martino acompañó la decisión. El abandono que sintieron en el debut de las eliminatorias con Ecuador todavía despierta escalofríos en el plantel. Aquel silencio atronador de octubre del año pasado se juraron no volver a atravesarlo. Esa noche se escuchaban las indicaciones desde fuera del campo. Paradójico: esa noche, en la peor actuación del ciclo, los futbolistas se salvaron de una silbatina inolvidable justamente porque el Monumental estaba casi desierto. Esa noche el grupo alertó que no volvería a sentirse visitante en su propia casa.

Por delante estaba Brasil, por la 3era fecha, en noviembre, y no se podían hacer muchas modificaciones porque el clásico es el duelo que más logística demanda en materia de acreditaciones, sponsors y protocolo. Pero la AFA prometió cambios en 2016. Córdoba y Mendoza son las únicas plazas posibles que reúnen las comodidades que demanda el espectáculo-negocio. La Plata también, pero a efectos de ambientación. es la misma historia que Capital y alrededores. El problema no es River; sería igual en Vélez o Boca. El tema es la atmósfera que rodea al seleccionado en Buenos Aires.

Lionel Messi, que no jugó aquellas dos primeras jornadas como local rumbo a Rusia 2018, estuvo de acuerdo con sus compañeros. Los jugadores no confesarán públicamente su descontento porque resultaría antipático. Pero siempre alguna voz externa confirma lo que los protagonistas directos niegan o saltean. "El Tata me dijo que el partido se juega en Córdoba porque en Buenos Aires no tenían el apoyo necesario para incentivar a sus jugadores de la mejor manera", blanqueó Julio César Baldivieso, el DT de Bolivia. Martino no se hizo el distraído y asumió el liderazgo: "En el interior hay más hinchas de la selección. Se acerca a la gente cuando va allá. En Córdoba veo un estadio lleno de hinchas de Argentina".

Martino valora especialmente al público, porque siente que son exclusivamente ellos los que construyen las emociones cuando los futbolistas visten el escudo. En este caso, el de un país futbolero. "Los que pasamos por el fútbol creemos que la recompensa sólo está en los títulos y en el dinero, lo que es cierto, pero hay un tercer elemento, de un valor incalculable: la capacidad de generar emociones que establezcan un vínculo entre el equipo y la gente. Si uno ganara títulos y no pudiera disfrutar de ese puente, este oficio no valdría la pena", reflexionaba alguna...

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