Segunda Guerra Mundial: cinco testimonios escalofriantes de ciudadanos que debieron tomar decisiones difíciles

Aunque las circunstancias eran distintas, los hombres y mujeres que se veían obligados a tomar duras decisiones eran ciudadanos comunes

¿Cómo podían los aviadores japoneses presentarse como voluntarios para convertirse en pilotos kamikaze? ¿Por qué las SS creían en los valores racistas del régimen nazi? Durante cerca de 20 años traté de responder a preguntas como estas reuniéndome con cientos de personas que participaron en la II Guerra Mundial . Me interesaba saber qué motivaba a los perpetradores, pero también me encontré con víctimas que se vieron confrontadas con decisiones espantosas.

Viajé por todo el mundo, conocí a violadores, asesinos y caníbales ; hablé con soldados heroicos, sobrevivientes de atrocidades y con un hombre que les disparó a niños. Utilicé parte de este material en varias series de televisión que escribí y produje, pero mucho nunca fue publicado. Por eso, en 2007, escribí un libro, Their Darkest Hour (Su hora más oscura), sobre las 35 personas más extraordinarias que conocí en mis viajes. Me sorprendió lo relevantes que son sus testimonios hoy en día.

Las experiencias demuestran que el pasado no es un mundo ajeno. Ciertamente, las circunstancias eran diferentes a las de hoy. Pero estos dilemas se les plantearon a personas que eran como muchos de nosotros en aspectos fundamentales, y creo que por ello podemos aprender más sobre nosotros mismos haciéndonos una pregunta simple: "¿Qué hubiéramos hecho en su lugar?".

Elegir entre la vida y la muerte de niños judíos

De adolescente, Estera Frenkiel, secretaria de un gueto de Lodz (Polonia), recibió 10 certificados para evitar que judíos fueran enviados a campos de concentración. En el corazón de muchas de las historias que encontré había una elección cruda. Ya sea para apretar el gatillo, soltar la bomba, esconder a tu vecino o salvarte; morir por tus principios o vivir por conveniencia.

Estera Frenkiel pudo elegir a diez judíos para que no fueran deportados

Conocí a gente que se enfrentó con todos estos problemas, pero nadie se enfrentó con un problema tan duro como esta mujer polaca, quien tuvo que tomar la devastadora decisión de quién viviría y quién moriría.

En la primavera de 1940, Frenkiel y sus padres estaban entre los 160.000 judíos forzados por los nazis a vivir en un gueto en la ciudad polaca de Lodz. Los alemanes rara vez entraban al gueto, así que los nazis hicieron que los judíos establecieran un consejo de ancianos para lidiar con la administración cotidiana.

Esto hacía que el consejo de ancianos en Lodz y sobre todo su director, Mordechai Chaim Rumkowski, tuviese un poder considerable sobre la vida de otros judíos. Significaba también que aquellos más cercanos a Rumkowski podían llevar una "mejor" vida que la mayoría en el gueto. En ese contexto, la joven Frenkiel era "afortunada", ya que trabajaba como secretaria en la oficina de Rumkowski.

Esto resultó de crucial importancia en septiembre de 1942, cuando los nazis ordenaron la deportación de aquellos que no podían trabajar —niños, enfermos y ancianos— porque a Rumkowski y su círculo los nazis les dieron la oportunidad de salvar a sus hijos. "Biebow (el gerente del gueto) vino a nuestra oficina -recuerda Frenkiel- y dijo: ‘Te daré diez formularios de exenciones para la liberación de tus niños’. Y las llené a máquina lo más rápido que pude para que las firmara. No solo yo recibí estos formularios, mis colegas también". Frenkiel tenía entonces la oportunidad de salvar diez vidas. ¿A quién elegiría? ¿Cuánto la angustiaría esta terrible decisión? No se angustió ni por un segundo.

Actuó por instinto: "¿Qué podía hacer? Yo también tenía familiares cercanos. Tenía un tío que debía ser salvado, un primo. Para mí, la propia familia es lo más cercano. Tenía que cuidar de ellos. De los diez certificados...

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