'Secta del horror'. El dolor de los padres de una víctima: 'Le lavaron la cabeza, se la llevaron... hace 30 años que la esperamos'

Elena Paez y Rodolfo Sommariva con una imagen de Valeria en sus manos

Hace casi 30 años que los Sommariva la esperan. Hicieron de todo por recuperarla, pero no pudieron lograrlo. Incluso llegaron hasta la Justicia. Su caso cobró notoriedad en los ‘90 cuando Valeria, la hija mayor de la familia, fue captada por la Escuela de Yoga Buenos Aires , conocida como "la secta del horror". "El lavado de cerebro no lo entendíamos en aquel entonces y seguimos sin entenderlo ahora..." , dice Rodolfo y Elena asiente.

"Ese teléfono [señalando un teléfono de línea] lo mantenemos solo por si un día ella quiere comunicarse con nosotros. Durante años, todos los 7 de noviembre, el día de su cumpleaños, la llamábamos a la Escuela de Yoga de Buenos Aires. Ellos nos decían que le iban a avisar, pero nunca lo hicieron... Hoy Valeria debe tener 53 años" , cuenta Elena.

En 1993, Elena y Rodolfo fueron los primeros en denunciar ante la Justicia la desaparición de su hija y su caso disparó la investigación que llevó adelante el exjuez de instrucción Mariano Bergés contra la secta liderada por el contador Juan Percowicz y que cobró una gran notoriedad por las personalidades que aparecieron involucradas.

"Fue algo tan vertiginoso, nos tomó de sorpresa y actuamos de la manera que nos salió. No estaba en nuestras mentes que algo así nos pudiera pasar... que ella entre en una secta" , explica Elena.

Rodolfo es abogado y se enteró por un amigo que la Escuela de Yoga era una secta

Los inicios: el ingreso (menos pensado) en la secta

Los Sommariva eran una familia de clase media de Caballito. Eran cinco: Rodolfo y Elena, los padres, Valeria, hija de Elena de una pareja anterior, y Martín y Federico, hijos de ambos. A principios de los 90 acostumbraban pasar sus veranos en Mar del Plata. Allí, compartían sus días de playa con un matrimonio amigo cuyos hijos varones tenían edades parecidas. Para ese entonces, Valeria ya era una joven que había terminado el secundario.

"En esos veranos, los varones nos íbamos a jugar a la pelota y las mujeres se quedaban conversando. No sabíamos que la esposa de mi amigo de toda la vida, Soledad, estaba en la Escuela de Yoga de Buenos Aires. Que estaba muy metida. Ahí, fue donde la convenció a Valeria para que vaya a la Escuela", cuenta Rodolfo.

Los Sommariva vivieron toda su vida en Caballito. Valeria era la mayor de tres hermanos. En la imagen, que su madre Elena conserva con cariño, Valeria sopla la torta de su cumpleaños junto a su hermano.

Elena, que también participaba de las conversaciones, nunca intuyó algo extraño, aunque tampoco despertó su interés. "Soledad siempre hablaba de cómo en la Escuela se revalorizaba la familia, a los padres... nada me hizo sospechar de que fuera algo raro. Tampoco me generó ningún entusiasmo para ir", añade.

Fue así como Valeria empezó a participar de las reuniones de la Escuela de Yoga en la sede que estaba en Estado de Israel, cercana a su casa. Al tiempo, ingresó a trabajar en una farmacia, ubicada frente a Parque Centenario, propiedad de unos alumnos de la institución.

-¿Valeria les contaba cómo eran esas reuniones a las que asistía?

Elena: -No. No hablaba de eso. Eran a la tardecita, volvía tarde. Recuerdo que teníamos roces por el tema del horario. A nosotros nos preocupaba. Venía de noche. Cuando escuchaba que entraba, pensaba "Ay al fin volvió" y me relajaba.

Rodolfo: -Aunque Valeria vivía con nosotros, ella era mayor de edad y tenía libertad.

Al tiempo, Rodolfo y Elena comenzaron a sospechar que "las cosas no estaban bien". Primero Valeria se separó -sin explicar los motivos- de su novio Guillermo y, con el correr de los días, se volvía más hermética. Nunca mencionaba los nombres de los compañeros que asistían a "la Escuela" ni daba precisiones sobre qué hacía allí. Sus días se repartían entre el trabajo en la farmacia y las reuniones, a las que asistía siempre con varias bolsas que despertaron el interés de Elena, pero nunca llegó a conocer su contenido. Cuando le...

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