Secretos tras una pared de ladrillos

Pequeñas obsesiones personales que pasan inadvertidas, y la cocina detrás de cada oficio

Cada uno tiene sus obsesiones. La palabra proviene del latín obsessio , que significaba asedio. Una nota peyorativa para lo que quizá no sea sino una dulce pasión inofensiva. Pero, para el caso, también pasión (del griego páthos , que a su vez viene de páthema ) se enraíza en significados complejos que van desde la enfermad (de allí patología ) hasta el placer, el amor, la desgracia, el infortunio y, para qué regatear con la semántica, "todo lo que uno experimenta o siente", según el clásico diccionario de Pabón S. de Urbina.

Sin llegar a la pasión ni al asedio, las pequeñas obsesiones son un rasgo no solo omnipresente de la personalidad -¿quién no las tiene?- sino además precioso. Si querés conocer a alguien, observá esos inocuos, muchas veces sutiles hábitos e inclinaciones, que no llegan a ser manías ( locura , en griego, aunque también entusiasmo ), pero que parecen inevitables. Alguien que conozco bien no saldrá de la casa sin antes beber un vaso de agua, por ejemplo. Puede estar llegando tarde y no sentir sed en absoluto, pero siempre, un vasito de agua. Mi madre nunca salía a la calle sin antes persignarse, y hay que decir que atravesó circunstancias alarmantes sin sufrir nunca un rasguño.

El problema primero con estas pequeñas obsesiones personales, a veces secretamente secretas, es que uno mismo puede no notarlas. Es la viga en el ojo propio, digamos. Para peor, pueden ser lo bastante sutiles como para que ni nuestra media naranja las registre, al menos durante unos cuantos años. Una de las mías es que el aire circule. Útil en pandemia; insufrible el resto del tiempo. Otra de cosecha propia: saber cómo se hacen las cosas. Me pasaba de muy chico, cuando interrogaba al vidriero, al techista o al plomero hasta socavar sus paciencias y arrastrarlos al paroxismo. "Es muy curioso", admitía mi madre, resignada.

Con los años aprendí a no importunar, pero no perdí el interés. Concluí así que todas las actividades humanas, grandes o pequeñas, esenciales o suntuarias, tienen procedimientos ocultos, que no imaginamos o...

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