Los secretos del Cuchi Leguizamón llegan a las escuelas de música

La música popular tiene, para muchos, el encanto de viajar de boca en boca hasta convertirse en anónima y de todos. Claro que en el camino van quedando partes, como esos puñados de arena que escapan entre los dedos. A veces es culpa de la pereza. ¿Por qué no buscar un recipiente adecuado para que no se escurra entre los dedos? ¿Por qué no buscar la partitura, en el caso de que sea un tema conocido y editado, para descubrir su sabor real?

Hay obras y artistas del folclore argentino que se han transformado en laberintos. Pero bastaba con buscar y descifrarlos. Sí, perderse en un laberinto tiene su encanto, pero quizás eso no sea menos atractivo y apasionante que descubrir el sendero y la salida imaginada por la persona que lo diseñó.

La obra de Gustavo "Cuchi" Leguizamón se convirtió, sin quererlo, en un laberinto. Las partituras de sus obras más conocidas fueron descatalogadas. Si los músicos las hubieran comprado seguramente aún se conseguirían. Ya no hace falta saber leer música para apreciarlas. Con una versión digital cualquier computadora nos canta cada nota. Pero casi todo eso se fue perdiendo. Y a esto hay que sumarle que las grabaciones que dejó Cuchi son realmente escasas.

Su familia (su viuda y sus hijos, Juan Martín y Delfín) comenzó a recopilar sus composiciones hace algunos años. Y el Instituto Nacional de Música (Inamu) decidió publicar un libro con lo más destacado del trabajo del Cuchi -son 144 piezas- en el libro Corazón alegre, pensado especialmente para que pueda ser utilizado en escuelas de música y otras entidades.

"Lo que encontré no es lo mismo que tocamos", dice Leopoldo Deza, uno de los que analizó el material e hizo transcripciones para piano. Leopoldo llegó a las primeras partituras de la editorial Lagos que le pasó uno de los hijos de Cuchi. "Las revisé por curiosidad. Y al verlas te das cuenta de que el canto popular las va deformando; además está la cuchara que mete ahí cada intérprete. Otra de las cosas que descubrí fue que también estaban escritas las introducciones de muchos temas. Uno pensaba que era un canchero armonizando 'La pomeña'. Pensábamos que habíamos inventado la pólvora. Pero él ya las había escrito".

"A mí este trabajo me renovó la admiración. También descubrí, al cotejar con sus grabaciones, que su toque que parece caótico estaba finamente calculado. Me metí a fondo en su piano. La música del Cuchi está en su manera de tocar el piano. No tenía formación pianística, por eso hacía cosas que los...

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