La sangre joven le da otro color a San Lorenzo

Los hinchas de San Lorenzo enrojecieron las manos de tanto aplaudir al pibe Villalba: si algo le sobra a la gente que va a la cancha es ojo para reconocer al jugador capaz de darle algo diferente. Especialmente en este fútbol tan aplanado, que tanto aconseja recurrir a la sangre joven para distinguirse del montón (el de Racing es otro buen ejemplo). Claro que para eso el producto juvenil debe ser de calidad, como el caso de Villalba o, aunque ayer no hayan sido tan notorios como el suyo, los de Navarro, Correas o Contreras.Sobre ese patrimonio, el Ciclón puede fundar un optimismo justificado. Se sabe que por Boedo sigue habiendo varias cuestiones pendientes de equilibrar, pero el impulso juvenil bien canalizado es un buen comienzo. A San Lorenzo le cayó como una bendición encontrarlo ahora, cuando las grietas en su confianza empezaban a amenazar con socavar su paz interna.Elegir el ejemplo de Villalba sirve para explicar la diferencia que hubo entre el Ciclón y el previsible Arsenal. El pibe de 19 años encarnó como ningún otro esa fresca vitalidad que hace mejor a un equipo y lo ayuda a ganar partidos, pero antes el trabajo lo había empezado otro chico de su generación. Si en el empate con Vélez a Leandro Navarro lo favorecieron la suerte y aquel error de cálculo del arquero Sosa, lo de ayer fue estricta cosecha propia: su derechazo preciso y fortísimo quebró las manos de Campestrini. De 21 años y una pegada muy temible, Navarro es otro buen producto de las inferiores azulgranas.Fue un manojo de buenas noticias lo que encontró San Lorenzo tras una semana con turbulencias y el ánimo todavía en reconstrucción después del mazazo por el tema Migliore. La respuesta del Ciclón fue positiva en muchos sentidos. Arsenal estará lejos de ser un portento de creatividad futbolística, pero nadie que pase por un mal momento lo elegiría como rival. Y el Ciclón nunca pareció acomplejado por esa supuesta exigencia.Para el equipo de Alfaro, ser así de plano puede ser una virtud o un problema. Muchas veces, eso depende de la respuesta que encuentre. Si es como la de San Lorenzo, esa mecanización suya de la que sólo parecen asomar la cabeza Mariano González o el Marciano Ortiz se vuelve improductiva, aburrida. El efecto, ayer, fue la tranquilidad que durante largo rato sintió el arquero Ibáñez (debe corregir sus saques desde el arco), sólo alterada con los centros.El cabezazo de anticipo de Furch en el 1-1 apenas no sorprendió por ese cinismo futbolístico siempre latente y por...

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