San Lorenzo, en el duelo de patadas entre guapos

Casi, como si se tratara de un duelo de barrio, sin reglas claras. Como si fuese un combate, de esos en los que vale todo. Insultos, amenzas, agresiones, patadas. Un choque de guapos de arrabal, como de las viejas épocas. No hay una autoridad definida, porque Pablo Lunati prefirió escabullirse de la escena, siempre a varios metros del combate circunstancial. El primero, en el final del primer capítulo. El segundo, en el primer tramo del segundo tiempo. Lunati toma nota de la nueva educación pública: hay que evitar las medidas drásticas, para que nadie baje la guardia. San Lorenzo y Vélez, también, jugaron al fútbol. Por momentos, con ideas, con entusiasmo, con emoción. Sin embargo, se sintieron más cómodos en el ring del Nuevo Gasómetro: una tarjeta roja, diez cartones amarillos. Debieron ser, al menos, tres más de los primeros. Y otro tanto, de los segundos. En la selva de los patoteros, la experiencia de San Lorenzo resultó un estímulo mayor contra la juventud de Vélez. Un cabezazo resultó la diferencia para disfrazar el dolor de la eliminación de la Copa Libertadores, crecientes murmullos y, sobre todo, indispensable para seguir arriba. San Lorenzo es un candidato del presente, Vélez es un aspirante del futuro.

La comparación es gráfica: alguno de los hombres de San Lorenzo bien puede ser el padre de varios de los chicos de Vélez. Yepes tiene 39 años, Torrico, 35, igual que Mercier; Romagnoli, uno menos; Matos suma 32; en el banco, esperan Franco, de 37 y Cetto, de 32. El promedio del piberío de Vélez no supera los 20 años. Se entrometen, es cierto, Cubero, Pellerano y Somoza, pero la sangre nueva está sobre la estantería. Entra Delgadillo, de 17: un chiquilín que quiere llevarse el mundo por delante, como todo adolescente. En ese juego de opuestos, entre la sapiencia y la inexperiencia, se abre una lucha de titanes. Entre las amenazas y las patadas, el Ciclón juega mejor. Crea tres, cuatro situaciones de riesgo claras, algunas de ellas bien resueltas por el arquero Aguerre. Villalba encabeza la nómina, toda una curiosidad: un pibe saca la cabeza en la carcaza de la experiencia.

Lunati, siempre fuera de foco, exhibe alguna amarilla, de tanto en tanto, despreocupado. Un...

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