Sálvese quien pueda

Aquella imagen, ya lejana, de la chica que escapa desnuda del desastre de la guerra de Vietnam. O la más reciente del pequeño que parece dormido en la orilla de una playa turca tras morir ahogado en un fallido éxodo de inmigrantes sirios por mar. O la del otro chico sentado y aturdido dentro de una ambulancia que con su mano trata de limpiarse la sangre y el polvo de su carita tras ser rescatado de un bombardeo en Alepo.

El reportero gráfico que hace clic en el momento justo en que la historia pasa por delante de su cámara logra convertir en símbolos indelebles instantes de fugacidad que hubiesen pasado inadvertidos.

Fotografías, que se vuelven masivas, y que nos sensibilizan y concientizan por un rato. Y que también nos enfrentan con el rostro más atroz e incomprensible del mundo de los adultos: la que arrasa con la vida de los más chicos o les deja secuelas físicas y psíquicas para siempre. Postales trágicas que nos recuerdan que los seres humanos somos la especie animal más peligrosa de este planeta.

Salvando las distancias, los últimos acontecimientos sucedidos en nuestro país, en los que dos menores se vieron involucrados muy protagónicamente en feroces episodios de sangre, deben ser un firme llamado de atención para que procuremos encontrar cuanto antes las formas de restañar los daños en el tejido social que los propiciaron.

En la Argentina, la dramática frase acuñada en la evacuación de desastres marítimos -"los niños y las mujeres, primero"- también se aplica, pero en sentido inverso. Ya no se trata solamente de la naturalización de la tremenda hipoteca social que significa tener sumergida a la mitad de los chicos argentinos en la pobreza, sino que la escalada de femicidios, que sigue su propia dinámica de aceleración sin acusar mayor recibo de las masivas protestas de #Niunamenos, impacta de lleno en miles de chicos que quedan huérfanos y con traumas definitivos.

Casos como el del domingo último, en el que un chico, en Mendoza, se escondió en el baúl de un auto para avisar por celular que la ex pareja de su madre llevaba adelante una enloquecida carnicería contra toda su familia, o el del adolescente que el martes mató, en Moreno, a uno de los delincuentes que ingresaron en su casa, evidencian que hemos descendido varios círculos hacia un infierno que se torna cada vez más insoportable.

Son historias que, además de conmocionarnos, nos interpelan. No es un dato menor que, en lo que va del año, veinte delincuentes hayan sido muertos...

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