Joaquín Sabina: 'Rodeado de drogas blandas y mujeres duras. Así he compuesto la gran mayoría de mis canciones'

A punto de hacer las maletas antes de partir hacia el Cono Sur, con gira que lo llevará a la Argentina (debutará el 3 de septiembre en el Luna Park), Uruguay, Paraguay y Perú, , poeta de la tiniebla en la acera urbana, socarrón de nuestras plausibles desgracias, nos recibe en la cocina de su casa y esgrime encima de la mesa un whisky que parece cuádruple a la una de la tarde y un batallón de Ducados por encender para alumbrar con humo la conversación.-¿Y la salud?-Mejor que hace años, todo más controladito y eso.-¿Controladito? ¿Con este arsenal?-Esto del tabaco y la copa es sólo cuando doy entrevistas, porque si no ando lúgubre y adormecido a estas horas de la mañana. El whisky tiene mucha agua. Estoy mejor que hace ocho o diez años, tengo un principio de enfisema, como es normal, y algo de lo que no se muere uno, hernia de hiato. Pero no tengo colesterol.-Tan sano que se vuelve para América.-Me he inventado como excusa algo que está muy de moda entre músicos de mi quinta: elegir el disco que más te gusta, cantarlo entero y luego ofrecer algunos temas que solemos interpretar poco. El elegido es 19 días y 500 noches, el único cuyo 90 por ciento del total sigue vivo, a mi juicio.-Debió de sufrir para parir ese disco. ¿Le va el sadomasoquismo a la hora de componer?-También disfruté de lo lindo. Fue, como diría [el poeta español] Gil de Biedma, el último verano de mi juventud. Conseguí alargarla de manera suicida hasta los 50. Inmediatamente después vino el ictus? Fue la última vez en que me podía tirar tres noches sin dormir escribiendo la misma canción.-Después del ictus llegó la nube negra. ¿Se fue por completo?-Me recuperé muy rápido, vino la euforia y después una depresión. Rara... No me quería morir, pero tampoco ver a nadie. No salía del dormitorio. Tampoco abría la puerta. Ese tipo de bajones quedan ahí, agazapados. Sigues viviendo y sabes que llevas dentro un enemigo que en cualquier momento enseña las uñas. Un día, Luis García Montero, mi amigo poeta, llegó a mi casa de Rota con una letra y me dijo: "¡Mira, cabrón, esto es lo que deberías estar escribiendo en lugar de andar ahí escondido!". De ahí salió la canción, con esa belleza de texto.-¿Qué esperaba de la vida? ¿Con qué derecho se metió en una habitación?-A mí me emocionó mucho escuchar el otro día a Pepe Mujica, presidente de Uruguay. Contó que cuando estaba en una celda de aislamiento, lo que echaba de menos era que no le dejaran leer. Yo mientras estuve deprimido estuve leyendo. Con un libro...

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