En la ruta con Abel Pintos: el ídolo popular que insiste en vivir la libertad

"Muchas veces me olvidé de las letras. ¿Qué? ¡Son muchas canciones! Cuando vengo cantando y me doy cuenta de que no me acuerdo de lo que viene, me pongo a componer algo. Pero cuando me agarra de sopetón, entonces dejo de cantar y me río. Me entrego. ¿Qué voy a hacer? ¿Resistirme?" Abel Pintos dice eso y se ríe fuerte, libre. Hace ocho minutos bajó del escenario corriendo por una rampa en la oscuridad del Estadio Gimnasia y Esgrima de Ciudadela, Santa Fe, se subió en un auto, estratégicamente acomodado para que recorra la menor distancia posible entre el show y los fans que a veces parecen brotar de las piedras. Se sentó en el asiento trasero, suspiró y pidió una toalla que devolvió instantes después empapada de adrenalina, como su campera de cuero negro y los latidos de su corazón. Pero ahora Abel ríe. Se saca fotos con cinco chicas que se fugaron del recital "dos canciones antes del final" para verlo llegar al hotel. Se abraza con sus compañeros y planean comer todos juntos en vez de pedir room service. Dice que ya vuelve. Va a subir a su habitación. Se va a duchar. Mientras, va a hacer ejercicios para "desvocalizar" y agradecerle al cuerpo por su funcionamiento impecable en las casi tres horas que pasó en escena. Hablará por teléfono de cuentas a pagar, de tarjetas de crédito rechazadas. "Probá con la otra, a ver si te deja hacer la compra", va a decir. Después va a cortar. Y una vez solo en una habitación grande que mira al río, Abel va a llorar.

Veinticuatro horas antes ultimaba detalles en su casa porteña. A las 4 de la mañana en punto lo buscó el micro y comenzó así el último fin de semana de la gira de presentación de su último disco, 11 (Gardel de Oro), un tour que tendrá su cierre en River, el 16 y 17 de diciembre.

Lo esperaban ocho horas de viaje a la ciudad de Santa Fe, desde donde partiría una vez terminado el recital rumbo a La Rioja: diez horas más. Podría hacerlo en avión. Muchas veces le ofrecieron ir en un jet privado, pero suele rechazar estas sugerencias devolviendo la gentileza: "Estás invitado a sumarte al bondi con nosotros". A Abel le gustan la ruta y sus rutinas. La Play con los muchachos. Leer. Juguetear con una app de edición de fotos para instagramear. Ver la serie Sherlock aunque se sepa de memoria los diálogos. Dice que pasa el 60 por ciento del año viajando... para cantar. No sabe lo que es viajar por vacaciones.

"Llorar de emoción es moneda corriente para mí. Cuando era chico, recuerdo que mis padres se preocupaban porque lloraba y no sabían por qué. Pero no podía explicarlo. Un día fui a buscar un disco de Mercedes Sosa, les puse una canción que escuchaba todo el tiempo, y les dije «Eso es lo que me pasa»". La...

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