Ruido y fuego en un país alterado

Los políticos argentinos son incorregibles: me voy unos días y cuando vuelvo encuentro todo alterado. No se los puede dejar solos. Ruido en las calles, en el Congreso, en el Gobierno. Hasta se oye gritar a espíritus habitualmente templados. Fíjense Roberto Lavagna. Lo encontré hace poco en una reunión en la Universidad Di Tella y cuando le propuse una entrevista se excusó con un argumento que sonaba consistente: "Le agradezco mucho, pero mi contribución a este momento tan especial es callar. No avivar el fuego. ¿No se dio cuenta de que no estoy apareciendo en ningún medio?" Bueno, sí, me había dado cuenta. Justamente, quería tener el privilegio de ser el primer periodista que lo sacara de ese mutismo monacal. Imposible. Como un soldado de la democracia, estaba firme en su aporte a la gobernabilidad. Pasó un mes y don Roberto decidió hacer un nuevo aporte, esta vez ligeramente distinto. Habló. Comparó a Cambiemos con la última dictadura y dijo que vamos al colapso. Wow. Cuando los bomberos se convierten en piromaníacos es un problema.

Su jefe, Massa, llegó a la misma conclusión: es hora de diferenciarse del Gobierno, al que encuentra -me dijo sorprendido- fuerte en lo político y débil en lo económico. Él creía que la cosa iba a ser al revés. Pues bien, puso manos a la obra. Esta semana le armó un flor de bolonqui metiendo presión en Diputados con una modificación al impuesto a las ganancias que beneficiaría a muchos, pero a costa de un fuerte incremento del déficit fiscal. Aclaro, antes de que me llame Sergio: ellos proponen solventar el costo de la reforma con gravámenes al juego, a la renta financiera y a la minería. Y también aclaro, antes de que me llame Marcos Peña: en el Gobierno se preguntan por qué esas ideas brillantes no se le ocurrieron cuando era jefe de Gabinete de Cristina. Te contesto, Marcos: si algo no podías tocarles a los Kirchner eran las ganancias.

Creo que la clave la dio otro espíritu sosegado, Emilio Monzó, presidente de la Cámara baja: llamó a peronizar el Gobierno. Quiere sumar al Flaco Randazzo, a Juan Manuel Urtubey, a Julián Domínguez. No a cualquier peronista: sólo a los que, como él, hayan estado a las órdenes de Néstor y Cristina. Incluyó en la nómina a un ex menemista, ex duhaldista y ex kirchnerista: Felipex Solá. Monzó tiene un problema que no es político ni ideológico, pero que ha condicionado su militancia en el PJ: es rubio y de ojos celestes. Sus viejos compañeros de ruta dicen que terminó donde tenía...

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