Rubens Barrichello: 'En Brasil te aman como piloto y en Italia por el equipo, pero en Argentina te aman por las dos cosas'

Dieciocho años en la Fórmula 1; seis de esas temporadas en Ferrari, el constructor emblemático del Gran Circo. Compañero de Michael Schumacher en la época de oro del alemán en la Scuderia. Marcó un récord de presencias con 323 grandes premios, cifra que el domingo pasado, en Rusia, igualó el finlandés Kimi Räikkönen. La velocidad alimenta desde siempre el espíritu de Rubens Barrichello, una pasión que no borró ni el dinero que arrimaron para comprar su butaca en Williams, en 2011. Nunca se detuvo, no se tomó año sabático y descubrió que podía disfrutar con el mismo entusiasmo del automovilismo en su país, en el campeonato de Stock Car. A los 48 años se atrevió a un nuevo desafío y se sumó al proyecto de Toyota Gazoo Racing para competir en el Súper TC2000. De los tiempos de la F. 1 mantiene el profesionalismo, la conducta y el rigor para entrenarse; del brasileño, además de sus aptitudes de conducción, relucen también la humildad, el deseo de aprendizaje, de adaptación y de progreso.Barrichello pasó algunas de las últimas semanas en la Argentina y entre las dos carreras de Súper TC2000 en el autódromo Oscar y Juan Gálvez -dos octavos puestos- desarrolló tareas en el simulador que Toyota tiene en Zárate y se entrenó con su compañero Matías Rossi y con Matías Milla -de Renault- en el kartódromo porteño. "Volver a correr en karting fue por mis hijos, porque era un modo de acompañarlos. Pero en la primera carrera a la que fuimos me emocioné tanto que creí que me moría del corazón. Me puse a llorar en todo momento, era como revivir lo que había hecho de niño. Entonces dije «o hago algo o me voy a volver loco»: si vuelvo a correr en karting voy a tener un espacio en qué concentrarme. Volví en 2012: empecé en Shifter y me enamoré. Fue todo un aprendizaje; muchas carreras ganando y perdiendo, obviamente, pero sobre todo compartiendo horas con mis hijos Dudu [Eduardo] y Fernando, y eso fue lo mejor. Vivir en un motorhome pequeño, comer un asado al final del día, eran las cosas que me pasaban cuando era chico. Fue volver a mis orígenes, por eso me gustó y lo disfruté tanto", relata el paulista a LA NACION, sentado en un sillón plegable, debajo de un gazebo que hace las veces de box en el circuito de Villa Riachuelo.En la mesa hay una ensaladera de plástico con frutas y una bandeja con facturas. También dos bolsas con las viandas que pidió en el hotel, porque el almuerzo encontrará a Barrichello en el autódromo y la pandemia de Covid-19 empuja a organizarse en cada detalle. El brasileño se baja la parte superior del buzo antiflama, se quita una faja y descarga media lata de gaseosa en un vaso descartable. Revisa el celular y entre el ruido de los motores, comenta: "En la etapa de la F. 1 miraba que Michael [Schumacher] estaba con el karting en todo momento y yo por entonces estaba menos conectado. Quizás porque no tenía una pista dónde pudiera correr y porque cuando estaba en la casa me dedicaba a la familia. En San Pablo me gustaba participar en la carrera de las 500 millas; era una cita que me reservaba todos los años".-¿El simulador te había quitado la pasión...

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