Rottweiler Lilita vs. doberman Bullrich

no perdió ni un segundo para capitalizar el categórico respaldo presidencial durante y después del G-20, por lo bien que le salió el operativo de seguridad de la cumbre. Prefirió convertirlo de inmediato en combustible para dar su paso más polémico sin más trámite: para que combatan a la delincuencia sin los riesgos procesales que aún enfrenta el policía por haber matado a un ladrón que apuñaló a un turista en La Boca.Para eso, la ministra de Seguridad adoptó el código de conducta de las Naciones Unidas para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley. Es el mismo en el que se inspiran países como EE.UU. y México, pero también los limítrofes Uruguay, Chile y Paraguay. La versión local, por cierto, viene despojada de ciertas advertencias que el texto original incluye en pos de morigerar esa prerrogativa en el por parte de los efectivos, aunque mantiene lo sustancial.El reglamento adoptado, de todos modos y como corresponde, es muy cauto y solo lo habilita "cuando sea estrictamente necesario" y "resulten ineficaces otros medios no violentos" y únicamente en casos donde sea muy ostensible un peligro "de muerte o de lesiones graves". Pero también "para impedir la fuga de quien represente ese peligro inminente y hasta lograr su detención" lo que, tácitamente, descuenta que el disparo no será a matar ya que se busca apresar al delincuente y, para que eso suceda, tiene que estar vivo.En la Argentina del debate tosco, superficial y encrespado en el que solo cabe el negro y el blanco sin matiz alguno, la caja de resonancia de la novedad solo circuló por los extremos: los garantistas a ultranza se siguen rasgando las vestiduras en tanto que los fanáticos de la mano dura experimentan espasmos orgásmicos con el video del delincuente que en Río de Janeiro tomó de rehén a una anciana y que fue abatido por la policía en medio de los aplausos y la algarabía de los vecinos y que, a posteriori, contó además con la felicitación del presidente electo de Brasil, . La detención de dos motochorros en el centro porteño provocó a su alrededor comentarios inquietantes del tipo o, peor, "Entréguenlos a la gente y los reventamos acá". El garantismo sin matices, paradójicamente, produce un hastío marcado y contraproducente en las clases altas y populares que empiezan a idealizar a líderes extremos como Bolsonaro.A poco de que Patricia Bullrich comenzara su marcha triunfal por programas de radio y TV para explicar su postura, sufrió la intercepción más inesperada...

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