River y su doble fracaso institucional

En los últimos ocho años, River vivió un doble fracaso institucional. Fue víctima de todas las perversiones de la política en el último mandato de Aguilar, cuando proliferaron el clientelismo, la improvisación y se toleró el crecimiento de ese monstruo llamado barra brava. Como en muchos otros órdenes de la vida del país, la política en River pasó a ser algo mal visto, se la relacionó con lo espurio y lo fraudulento. Aguilar fue un hábil y astuto dirigente hasta que llevó a la política al descrédito.Entonces, las elecciones consagraron al incontaminado de los vicios de la política, Passarella, cuyo programa de gobierno se sintetizaba en la consigna "acabar con la joda". Su pasado de Gran Capitán lo convertía en un outsider del sistema tradicional. Simbolizaba la renovación, una nueva manera de entender y ejercer el poder, con menos rosca. Era hombre de cancha, no de agrupación. Ex jugador y DT, no militante. Quedó a la vista que esta nueva forma de conducción tuvo una deriva funesta. Passarella hizo un culto al personalismo que lo encerró en la soberbia y la ineptitud. Desprovisto de formación política, tampoco salió adelante por carisma o intuición. Y así arrastró al club a abismos desconocidos.Ahora River está a menos de dos meses de las elecciones, que podrían ser el 7 de diciembre (fecha que la oposición quiere imponer a través de la Inspección de Personas Jurídicas) o el 14, como pretende el oficialismo. A la...

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