Al ritmo del puente Saavedra

El puente Saavedra late, como la mismísima Bombonera. Si uno espera el transporte público sobre la avenida General Paz, por encima de la avenida Cabildo, que luego se convierte en Maipú (y viceversa), al fijar la vista en el horizonte es inevitable distraerse: el paso de los camiones genera un meneo del asfalto.

De pronto, al cambiar el foco de atención, uno siente que la vibración es la de los viejos tablones de las canchas de fútbol del ascenso. Acaso en ese temblequeo es cuando comienzo a entender que esta sensación de desestabilización genera incertidumbre. ¿Es posible que el puente se caiga o el movimiento es absolutamente normal? Los vehículos siguen pasando a alta velocidad y, alrededor, otras personas que esperan el colectivo no parecen preocupadas. O bien están más ansiosas de que llegue el ómnibus.

Claro, no se trata de un mareo ni tampoco uno siente que asomará John McClane (el personaje que interpretó Bruce Willis) con un semirremolque, y el piso de la autopista ceda, como en Duro de matar 4. Pero la mente sigue funcionando al mismo ritmo del sube y baja del pavimento.

Hasta que llega el colectivo. Al subir y al mirar hacia atrás, cuando el transporte público se aleja del lugar, entonces el pensamiento se enfoca sobre los funcionarios de turno, los de la Nación, los de Ciudad o los de Vicente López. Y surge la pregunta: ¿habrán reparado en esta situación?

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