Un rincón casi secreto para recordar la tragedia de los Andes

Jörg Thomsen, director del museo, visitó el lugar donde se produjo el accidente, y se convenció de la necesidad de crear un espacio de memoria

Bajando por una de las callecitas de la Ciudad Vieja, no lejos del puerto de Montevideo , una pequeña fachada casi mimetizada con las adyacentes -de no ser por un pequeño cartel azul- indica al ocasional transeúnte que está ante un lugar que recuerda u na odisea que conmovió al mundo, y que sin duda forma parte de la historia reciente del Uruguay: el accidente aéreo en la cordillera de los Andes de 1972, del cual se cumple este año medio siglo .

"Creo que el tema forma parte de la identidad nacional", señala el director del Museo Andes 1972, Jörg Thomsen, uruguayo de ascendencia alemana, al explicar una de las razones -que son varias- que lo impulsaron a crear ese espacio, cuyo objetivo es honrar la memoria de los 45 ocupantes del vuelo 571 que llevaba a los jugadores del equipo de rugby de Old Christians a Chile para disputar un partido amistoso, junto con familiares y amigos. Especialmente para los 29 que murieron, pero dedicado al mismo tiempo a los 16 sobrevivientes que salieron adelante en las condiciones más adversas imaginables sin más herramientas que la solidaridad, el compañerismo, la amistad, la creatividad y la resiliencia, atravesando situaciones extremas a las que muy pocos seres humanos se han enfrentado. Una amalgama que les permitió finalmente dejar atrás 72 días de infierno helado para regresar al mundo de los vivos. De allí la necesidad de crear un lugar "que mantuviera viva en la memoria de la población en general esta historia inspiradora y única en el mundo".

En el museo, de tres niveles, se muestran objetos originales recuperados del lugar del accidente del Fairchild FH-227D, resultado de una minuciosa tarea de búsqueda e investigación, y con aportes de familiares de las víctimas ; fotografías inéditas, textos y dibujos explicativos, documentos, vestimentas, pertenencias personales y objetos creados o adaptados por los pasajeros para poder sobrevivir en un entorno hostil como pocos y partes del avión siniestrado. Es decir -aclara su director-, todo lo que se pudo rescatar de la montaña luego del incendio del fuselaje en enero de 1973. Ese año, 13 personas, entre ellas un representante de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) fueron al lugar del accidente para dar sepultura a los restos de los fallecidos y -según se informó en aquel momento- evitar también que alguien pudiera llegar...

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