Richard Strauss, a un siglo y medio de su llegada

Richard Strauss, nacido en Munich el 11 de junio de 1864, estaba llamado a brillar tanto en el terreno del lied, como en el de la creación orquestal y de la operística. Habiendo atravesado una época de grandes transformaciones del lenguaje musical (murió en 1949), desde las impuestas por el mundo wagneriano hasta el politonalismo, la atonalidad seguida de la dodecafonía, los inicios del multiserialismo y los renovados principios estructurales del teatro musical, Strauss, pleno de vitalidad y energía, encontró su propio ideal y un camino firme para arribar a él. Recogió el elemento romántico de Wagner, para adaptarlo en los comienzos del siglo XX a las exigencias del naturalismo, pero asimismo del expresionismo que se abría paso en el mundo germano. Sus óperas Salomé y Elektra quedan como los ejemplos más notables de esa etapa. Lo que vino después es el resultado de la fidelidad a sus propias convicciones y a las exigencias de su portentosa imaginación creadora. Poco importa que la escuela formada por Schoenberg y sus discípulos, que en la primera década del siglo lo había erigido en símbolo de la modernidad, lo denigrara más tarde, justamente a partir de Der Rosenkavalier, por considerar a la suya una actitud retrógrada. En la perspectiva de las varias décadas que nos separan de la muerte de algunos de los protagonistas, da la impresión de que el ganador es Richard Strauss. Porque con el tiempo la condición de anacrónico desaparece. La posteridad se cobra su revancha y pone cada cosa en su lugar, tanto más a El caballero de la rosa, reconocido como uno de los más geniales productos del espíritu humano.Estamos preparados para recibir a Strauss en el sesquicentenario de su nacimiento, que se cumple el miércoles próximo. Porque, pese a inquietante predicciones, sigue siendo en la memoria de hoy uno de los grandes creadores de música que hayan...