Rezar en la Casa Rosada

La política argentina es más un acto de fe que una suma de actitudes y aptitudes que llevan al bien común. Muy lejos quedó la afiliación por coincidencias programáticas con los líderes de turno. Hace muchísimos años que se tornó casi un movimiento religioso. Sí una eventual copia de la Iglesia Maradoniana, cuyos devotos ven a Diego Armando como el prócer del balompié que fue, pero sin los defectos del hombre que padeció e hizo padecer a muchos de quienes lo rodearon y de los que, aun con derechos, no lograron ser reconocidos por él.

Ya sé, querido lector, que usted me mandará a revisar la historia argentina casi desde su concepción, y le aseguro que lo hago con fruición para tratar de entender por qué estamos como estamos y seguiremos como seguiremos. Pero, de todos modos, los fieles siguen cada vez más cegados a que sus líderes de turno hacen lo que deben hacer, aun cuando a sus propios ingresos en blanco o en negro les están sobrando muchos días del mes. Cada vez la realidad que pintan los políticos está más alejada de la que se vive en las calles y nada parece que vaya a tener un giro en favor de la sensatez.

Por eso, cuando el jueves pasado Gustavo Beliz le puso fin a su gestión como secretario de Asuntos Estratégicos de la Nación, dejó flotando en su breve carta de renuncia un mensaje difícil de decodificar sobre si es de buenos deseos para el presidente Alberto Fernández o si es para...

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