Revuelo en la monarquía kirchnerista

El príncipe vino a romper un mito moderno, y lo hizo en nombre de la impetuosa tradición que encarnan San Martín, Rosas, Perón, Néstor y Cristina. "Se terminó el mito de que Máximo juega a la Play", declaró oficialmente Mayra Mendoza, diputada nacional de La Cámpora. "Es hijo de dos estadistas", completó Mariotto, como quien extiende un certificado de sangre azul. Las declaraciones que giraron en torno a la aparición pública del primogénito dan, como se ve, para el sarcasmo y sobre todo para la perplejidad. Luego de seguir con suma atención su discurso de La Paternal ,no pude resistir la tentación de buscar un símil en los viejos y amarillentos libros marxistas, en los textos del progresismo internacional e incluso en los volúmenes de los movimientos emancipadores del Tercer Mundo que juntan polvo en mi biblioteca. Obviando a aquel Perón enmohecido que recurrió institucionalmente a su esposa para custodiar su salud terminal, resulta una tarea muy difícil encontrar un modelo de poder donde primero venga el turno de papá, después le toque a mamá y finalmente asome el nene. Surgen algunos próceres y experiencias históricas distantes que unidas y combinadas tal vez ayuden a armar por fin este genial puchero ideológico: pongan primero unos toques del veterinario Gildo Insfrán, agreguen unas gotas del inefable matrimonio Alperovich, añadan una hoja aromática de los santiagueños Zamora y mezclen todo eso con los grandes demócratas de Corea del Norte. Ese menjunje y no los textos de Ramos y Cooke forman, al fin de cuentas, la identidad real del kirchnerismo básico: dícese de una de las formas más rancias del egoísmo neoperonista.Los militantes serios podrían sentirse verdaderamente ofendidos por el acto de Argentinos Juniors. En principio, porque más allá de las dialécticas de tablón quedó allí patentizado que ese gran proyecto retóricamente colectivo se reduce en realidad al tamaño de un living, casi a un hogar monoparental donde los lineamientos y estrategias de la patria los deciden entre susurros una mujer y su hijo. Sólo los monarcas, que descendían directamente de Dios, se arrogaban tantos privilegios. Los militantes también podrían enojarse porque en esa cancha repleta de empleados estatales quedó certificado que los soberanos no prepararon a ningún duque para sucederlos: como mamá no puede presentarse, la tía no mide y el pibe por ahora no da más que para pelear la intendencia de Río Gallegos, resulta que el movimiento patriótico debe poner pausa...

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