El retorno de Mark Twain

Príncipe y mendigo / Autor: Mark Twain, en versión de Eva Halac / Dirección: Eva Halac / Intérpretes: Agostina Degásperi, Julieta Halac, Hernán Márquez, Ariel Pérez De María, Eduardo Yáñez, Eva Halac y Valeria Kleinbort / Escenografía: Micaela Sleigh / Muñecos: Andrés Díaz Mendoza / Vestuario: Cristina Trímboli / Música: Juan Cristóbal Sleigh / Luces: Miguel Solowej / Sala: Teatro 25 de Mayo, Av. Triunvirato 4444 / Funciones: sábados y domingos, a las 16 (en vacaciones de invierno de martes a domingo). Nuestra opinión: buena.La anécdota es conocida y fue retomada muchas veces: dos niños de gran parecido, cual gemelos nacidos en cunas separadas por una gran brecha social, se encuentran casualmente e intercambian roles. Tom, el que era mendigo en las calles londinenses, toma el ropaje de Eduardo, el heredero del trono, y éste, al vestir harapos, se ve arrojado a la miseria.El contraste brusco da pie a equívocos graciosos del nuevo mendigo con ínfulas de príncipe, pero ante todo lleva a reformular la lógica del gobernante. Tom aplica el razonamiento propio de su condición y es indulgente con quienes son sus pares cuando le toca ejercer el poder: baja impuestos y perdona a ladrones de gallinas. Pero también Eduardo aprende la lección de la pobreza y cuando retoma su vestimenta real se propone no olvidar que, en algún momento, le tocó pasar hambre. Es, así planteada, una historia moralizante, que intenta reivindicar la bondad natural de todos los niños frente a condiciones sociales que los sumergen en la inequidad.La historia de Príncipe y mendigo transcurre en esta puesta en escena de Eva Halac sobre el escenario abierto, con los titiriteros a la vista y alternando la manipulación con el relato dirigido al público de incidencias que llevan a la siguiente escena. Se presentan así de algún modo como compañía ambulante, como puente entre el relato y el espectador. Y lo hacen con gracia y presencia. La acción de los muñecos pierde en tanto algo de fuerza dramática, a pesar de la belleza de su diseño y el cuidado de su manipulación.La expresión facial fija de los títeres reduce su capacidad de sostener diálogos sin que decaiga la tensión dramática. Se suma la dificultad de iluminar selectivamente sus rostros, que, a...

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