El retorno de antiguos conocidos

El domingo último, el centro de la ciudad de Mendoza estaba silencioso, los negocios rigurosamente cerrados, las amplias plazas desiertas y las veredas bordeadas de acequias apenas transitadas. Pero en el Centro de Congresos y Convenciones Enrique Civit un millar y medio de médicos y estudiantes desbordaban las salas de la reunión anual de la Sociedad Argentina de Infectología. Lo singular del encuentro es que el programa que recorrerían durante tres días abarcó varias de las preocupaciones que en este momento acaparan la atención de los sistemas de salud pública del continente.

Después de que durante muchos años los sanitaristas se concentraran en la importancia creciente de las enfermedades no transmisibles, los microbios, las más antiguas y diminutas formas de vida, vuelven a ocupar el centro de la escena. Nunca nos libramos de la gripe, cuyas mutaciones son seguidas de cerca por los científicos, y de otros virus respiratorios para los que no hay inmunizaciones; pero el ébola y, ahora, un brote de fiebre amarilla en África, además del dengue, el zika y la chikungunya, en nuestra región, tienen a maltraer a los médicos y se consideran una amenaza latente.

Para José Moya, representante de la OPS, son retos sin precedente para los servicios de salud de las Américas. El dengue, la chikungunya y el zika llegaron para quedarse, me dijo durante un desayuno, antes del inicio de las sesiones, por lo menos hasta que se desarrollen vacunas, algo que llevará varios años. Incluso en la Argentina, que por estar ubicada algo más al Sur tiene meses fríos en los que disminuye el riesgo, pero cuyas áreas tropicales están muy cerca de países con notificaciones permanentes de esas enfermedades.

Hubo tiempos en que las enfermedades infecciosas no daban tregua. En Buenos Aires en el siglo XVII (Emecé Editores, 1944), Ricardo de Lafuente Machaín cuenta que en ese entonces las pestes eran frecuentes, debido no sólo a la falta de higiene, "sino también a la escasez de agua, que la agravaba, pues no había sino la muy revuelta del río, usada hasta para beber, sin más precaución que la de dejarla un rato en las tinajas".

Así como ahora los virus y bacterias viajan por todo el mundo en "clase turista", en aquella época, los gérmenes llegaban frecuentemente en los buques de esclavos, en los que el hacinamiento, la mala alimentación y la carencia absoluta de limpieza eran el caldo de cultivo ideal para las...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR