Y resulta que elegimos a un profe hablador

Con esta obsesión que me ha agarrado de husmear en la personalidad de Alberto Fernández, en los últimos días puse especial atención en qué dice y cómo lo dice. Y resulta que, acaso barruntando mi expectativa, habla hasta por los codos. No lo busquen en sesudas reuniones con sus equipos de trabajo preparando el rescate del país. Hay que seguirlo hasta México, donde estuvo tres horas con el presidente López Obrador y 28 horas dando charlas, clases, entrevistas y conferencias de prensa. Podemos ir configurando un perfil: los argentinos hemos elegido a un hombre que prioriza lo discursivo. ¿Les suena? Por contraste, Cristina se mantiene silenciosa, lo cual me inquieta. Tengo miedo de que un día se rompa ese dique y nos ahogue en un torrente de palabras.Por ahora, el primer plano es para el profesor Fernández. Pequeño paréntesis: lo llamo profesor porque él vive recordándonos, tres o cuatro veces por día, que es eso. Le encanta decirlo, escribirlo, convertirlo en su tarjeta de presentación. Evidentemente está muy orgulloso de serlo. Lo llamo así, entonces, para congraciarme con él. Sospecho incluso que no seré el único en querer sacarle jugo a esa debilidad. El vivillo de Grabois hará sus reclamos al grito de "profesor, el pueblo tiene hambre".También lo llamo así por motivos genuinos: le reconozco una gran habilidad para explicar las cosas. Es un docente, qué duda cabe. Durante diez años, nadie expuso mejor las patologías personales y políticas de Cristina, y, después, nadie nos habló con más clarividencia de los atributos excepcionales y de la pureza inmaculada de Cristina. Quiero decir: un día nos enseñó que 2 más 2 es 4, y al día siguiente nos hizo ver que la cuenta da 3. En ambos casos, con una labia florida y convincente. Me encanta cuando, tras su muletilla preferida, "miren?", se larga a parlotear. Yo lo escucho y, aunque subo la guardia, me convence. Por ejemplo, su revisionismo histórico sobre Bugs Bunny supuso una revelación: el que parecía un inocente conejito de la Warner, que en 2002 fue elegido el dibujo animado más grande de todos los tiempos, en realidad encubría a "un estafador", un instrumento de dominación del imperio.Abogado, profesor, elegido por Néstor para justificar todo y elegido candidato por la eximia oradora: no podíamos esperar otra cosa. Así como en su momento me harté de las cadenas de la señora, ahora estoy esperando con ansiedad las de Alberto. "Miren, no tengo plan, pero tengo ganas". ¡Dé cátedra, maestro...

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