Será la República o nada

El presidente Macri ha dicho a los argentinos, con energía poco habitual en él, que lo tomen en cuenta por su decisión de luchar "contra las mafias que impiden el desarrollo y la generación de empleo". Está haciendo, pues, de un tiempo a esta parte lo que no hizo en el momento inaugural de su gobierno, en diciembre de 2015: el inventario del estado en que recibió la administración pública del país, incluyendo una preexistencia de situaciones, como la de los costos laborales y la violencia sindical, que hacen a la Argentina inviable para el trabajo diario libre de sobresaltos e inversiones sin las cuales se demorará indefinidamente el desarrollo que urge impulsar.Con déficit fiscal, inflación y sin moneda con valor estable no hay ahorro interno posible y así vuelan hacia el exterior, en busca de refugios más confiables, capitales que aquí se generan. Se podrá discutir la magnitud exacta del éxodo, pero no que se trata de cientos de millones de dólares depositados en el exterior. Así las cosas, no hay razones para asombrarse de que las inversiones extranjeras directas hayan sido mínimas en relación con nuestras necesidades a fin de activar las potencialidades del país y conferirle las fuentes de trabajo que una tasa de desempleo del 10,1 por ciento denuncia gravemente.Puede aceptarse, en principio, que al momento de asumir el Presidente desconociera las dimensiones de una organización constituida para corromper y corromperse, paralela al ejercicio simultáneo de altas funciones políticas, con las que se agravaron las manifestaciones de mala praxis gubernamental que procedían desde antes. Los aspectos siniestros y sistémicos de una vieja corrupción, enseñoreada aún más desvergonzadamente en el siglo XXI en el Estado y bifurcada por compulsión hacia muchas empresas, se han conocido, es verdad, a medida que desde las filas más independientes de la Justicia y de un periodismo con profesionalidad y coraje comenzó a ponerse al descubierto lo que hasta diciembre de 2015 se había tapado con ayuda de jueces cómplices.En tren de hacerse cargo de una exposición de hechos que se había demorado sin otra explicación lógica que la de no sumar adversarios a la pobreza en número de la representación legislativa que lo ha acompañado en estos tres años y medio, el Presidente arremetió el Día de la Bandera contra una de las rémoras que afectan al país: la del sindicalismo prepotente y enriquecido, que paraliza las actividades de sus gremios cuando quiere y obliga...

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