El último regreso de Wallander

El impulso criminal en el ser humano no es ninguna novedad; y, sin embargo, sigue siendo la noticia más comentada. La lectura de novelas policiales contribuye no sólo a saciar esta curiosidad, sino también a tratar de comprender sus motivaciones. Henning Mankell, uno de los autores más comprometidos con el género y su problemática social, esboza algunas razones en su último libro, Huesos en el jardín (Tusquets). Recién publicada, la novela cuenta con una suerte de epílogo en el que Mankell discurre sobre la creación de su célebre detective diabético y desvelado, Kurt Wallander. Para el autor sueco, una buena historia, por más que pertenezca al género policial y esté próxima al delito, a la calle, proviene de la biblioteca. Se escribe por impacto sentimental (ante una realidad personal o social) y a partir de otros libros. Cuenta Mankell que su primera novela surgió de su rechazo a las tendencias racistas que se incrementaban en su país, en los años 90: "Cuando empecé a reflexionar sobre qué tipo de relato elegiría, comprendí enseguida que la vía natural sería una intriga policíaca. Sencillamente porque los actos racistas son, según mi modo de ver las cosas, actos delictivos". Por otra parte, Mankell rastrea los impulsos criminales en la tragedia griega: "Cuando empecé a reflexionar sobre cómo escribir Asesinos sin rostro -su primer policial protagonizado por el detective Wallander-, comprendí que la mejor novela negra y la más decisiva que me venía a la cabeza era el drama griego clásico (...) Una obra como Medea , sobre una mujer que mata a sus hijos por celos de su marido, nos muestra al ser...

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