El regreso de la impunidad

La nación política es dual y paradójica. El viernes se alarmó porque el presidiario Cristóbal López, un exponente destacado de los tiempos de corrupción kirchnerista, recobró la libertad. Ayer, esa misma nación se sorprendió por el texto de la carta que el papa Francisco le envió a un grupo de personas, de procedencias diversas, de actuales afinidades distintas, que lo habían felicitado por el quinto aniversario de su elección como jefe de la Iglesia universal. En esos párrafos impecables pide perdón a los que pudo haber ofendido con sus actos, lo que es un puente tendido a los que lo critican. Y elogia a los que se unieron en la carta a él, desde María Eugenia Vidal hasta Pablo Moyano, porque demostraron que la cruel grieta que fractura a la sociedad argentina podría cerrarse si hubiera voluntad. Los trazos de esos párrafos tienen el estilo personal del Papa y contienen, fundamentalmente, sus ideas más constantes: la convicción de que todos tienen que pedir perdón, incluido él, y la necesidad social de colocar la unidad por encima del conflicto. Bergoglio puro.

Y, en efecto, un día antes en los tribunales se cocinó una mala noticia. Poco después de que Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema, pidió una autocrítica de la Justicia y les recomendó a los jueces que no se olvidaran de los reclamos sociales, Justicia y jueces volvieron a sus andadas. Continúa en la página 23

La liberación de Cristóbal López y de Fabián de Sousa, pero sobre todo el cambio de carátula de la causa que los tenía presos, constituye un verdadero escándalo político y moral. Los dos jueces que tomaron ambas decisiones son Jorge Ballestero, un viejo aliado kirchnerista que últimamente se había mimetizado con los magistrados independientes, y Eduardo Farah, que suele ir y venir entre los independientes y los dependientes; Farah mantiene estrechos lazos con viejos operadores del kirchnerismo en la Justicia. Los jueces resolvieron sobre lo que la AFIP llama un robo al Estado por valor ahora de 17.000 millones de pesos, casi 1000 millones de dólares.

Esa cifra, que comenzó siendo de 8000 millones de pesos, corresponde al dinero por el impuesto a las naftas que López y De Sousa cobraron a los consumidores de combustibles, pero que no transfirieron al Estado. Con ese monto en pesos, cuyo valor en dólares es mucho mayor que el actual porque fue creciendo durante los años de Cristina Kirchner, Cristóbal López construyó un imperio empresarial y mediático. Según fuentes...

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