Regreso sin gloria, pero con la conciencia tranquila

RÍO DE JANEIRO.– Murió en su ley, no en la que todos imaginábamos antes del Mundial, sino en la que fue escribiendo a lo largo de este mes, con una sentencia en la que caben por igual la tristeza y la dignidad. El fútbol está lleno de vericuetos, de golpes de escena que cambian la realidad. ¿A quién se le hubiera ocurrido que la Argentina en el balance general se iba mancar por la pólvora mojada de sus delanteros, por lo desenfocados y temblorosos que estuvieron para el arco? ¿Acaso las especulaciones no iban en el sentido de que los partidos del seleccionado serían un golpe por golpe, una ruleta rusa con resultados de papi fútbol? Y no, al final fue todo lo contrario. El equipo se blindó atrás y fue un páramo adelante.La mirada desconfiada a defensores y volantes de contención hay que cambiarla por una palmada de reconocimiento en el hombro. Ninguno de los delanteros de contrastado prestigio internacional en sus clubes sale de este Mundial mejor de lo que entró. Empezando por Messi, que terminó pareciéndose más al de su abúlica temporada en Barcelona que al Maradona que iba a replicar porque éste debía ser su momento, como lo fue el de Diego en México 1986. Sacó las papas del fuego en la etapa eliminatoria con cuatro goles y se quedó secó en la recta decisiva. Estaba asumida la messidependencia, hasta era saludable. Por eso el seleccionado padeció esta versión más apagada de Leo, de menor liderazgo futbolístico, ensimismado.La Argentina fue haciendo de cada encuentro un ejercicio de resistencia, de esfuerzo mayúsculo, de entrega total. Un voluntarismo irreprochable y hasta conmovedor, sobre todo por Mascherano, que seguramente estaría listo para otra batalla dentro de 48 horas, aunque en realidad habría que darle vacaciones hasta fin de año. En 12 días, entre el 1° y el 13 de julio, la Argentina disputó cuatro cotejos, que en realidad fueron cinco, ya que hubo tres alargues (90 minutos en total). No hay cuerpo que aguante, aun el de este seleccionado, que siempre estuvo dispuesto a sacar energías de donde sólo debía haber agotamiento, extenuación.El aspecto físico terminó haciendo la ínfima diferencia que hubo con Alemania, que hizo valer su mayor depósito de combustible. No sólo por el día más de descanso que tuvo, sino porque la semifinal contra Brasil la resolvió en 45 minutos. Mérito del campeón, obviamente, por saber reservar piernas y pulmones en un momento en el que el desgaste penaliza mucho. Que lo digan si no Mascherano y Zabaleta, quienes...

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