Un regreso descolorido

SALTA.- No fue la noche soñada ni por él ni por Boca. Juan Román Riquelme volvió como titular en un partido que, en los papeles, se le presentaba accesible, pero no pudo con Santamarina, de Tandil. Mejor dicho, tras empatar 1-1, debió recurrir a los penales para seguir adelante en la Copa Argentina. La clasificación ni siquiera dio para festejar en el mundo xeneize; ni tampoco haber extendido a 30 partidos su marcha invicta.Antes del encuentro, fue el más ovacionado. La noche salteña lo eligió como el más mimado del equipo xeneize y si bien él dijo que se sentía ya recuperado de la lesión en la fascitis plantar, no le pudo retribuir a los hinchas tanto cariño. Es cierto que la inactividad pesa, no es cuento, pero el N° 10 estuvo lejos de su mejor versión. Envió el centro para el empate de Roncaglia en el 1-1 con Santamarina y convirtió su penal en la definición, pero fue muy poco en el balance general.El primer tiempo se presentó como un indicador de que al enganche le iba a costar más de la cuenta. Estuvo muy por debajo de lo que un futbolista como Román puede entregar. Controlado por la marca pegajosa de Leonardo Acosta, que le cometió la primera infracción a los 15 segundos, debió recostarse sobre una de las bandas. Estuvo lento y no encontró los espacios para poner esos pases que dejan a los compañeros mano a mano con el arquero rival. Perdió en el uno contra uno.En el segundo tiempo tuvo más empuje, como Boca. Riquelme dio dos buenos pases para Erviti (primero) y Cvitanich (después), pero los dirigidos por Falcioni no podían quebrar a Bertoya. Hasta él, que pocas veces falla, desperdició un gol en el punto penal, casi sin oposición. Pero fue vital en el gol de Roncaglia, con un tiro libre puesto a la cabeza del defensor. Y eso entonó al campeón.Claro que el día de Boca, y de Juan Román Riquelme en especial, había comenzado mucho antes. Se acercaba el mediodía y todo era silencio en las inmediaciones del Hotel Alejandro primero, esa mole de cemento que quiebra la escenografía bajita de Salta. Dos centenares de hinchas esperaban alguna señal desde adentro. Schiavi se asomó a la puerta del hotel y los gritos se encendieron tal si fuera una estrella de rock. Pero volvió a entrar, y de vuelta la espera estoica de los salteños. Hasta que, por fin, hubo premio: poco antes de que se escuchen las campanadas de las 12 desde la Catedral, Erviti, Mouche y Ledesma salieron a firmarle autógrafos a la gente. Fueron 10 minutos que, cuando los jugadores ingresaron...

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