Una reforma gestada bajo presión y en defensa propia

L as encuestas son lapidarias con el Poder Judicial. "Solo el gremialismo está peor visto, y no por mucho", dijo a LA NACION un hombre fuerte de la Corte Suprema. De 14 instituciones, está en el puesto 13º de una encuesta que circula por los despachos del Palacio (OH Panel, febrero de 2018).

Números como este se repiten desde mediados del año pasado y fueron determinantes para que los ministros asimilaran que ya no hay margen. Necesitan frenar este derrumbe cuanto antes. No solo para dar una respuesta a los reclamos de los ciudadanos -los usuarios del sistema-, también para evitar que el cambio suceda de todos modos y los jueces sean observadores pasivos de su propia suerte.

"Es mejor abrir la puerta y no que te la abran", lo describió un magistrado que conoce muy bien el juego de la política. A los jueces les costó decenas de fallos neutralizar el paquete de leyes de "democratización de la Justicia" de Cristina Kirchner.

Ahora la Corte se propuso tomar la iniciativa y liderar una reforma gestada por los propios actores de la Justicia, que incluye desde ampliar el horario de los tribunales hasta limitar las apelaciones para acelerar las causas de corrupción, repensar el Consejo de la Magistratura y modificar los planes de estudio de la carrera de Derecho. El proyecto es inédito por lo ambicioso. Nueve comisiones van a abordar más de 50 asuntos.

El año pasado, Mauricio Macri les recriminó que los tribunales cierren a las 13.30 y tengan 45 días de feria, que los jueces escriban en "español antiguo" y que las causas avancen tan lento. "Qué bueno sería que la Justicia dé el ejemplo", dijo. Al Gobierno tampoco le cae simpático que, por un fallo judicial, solo paguen ganancias los jueces nuevos y únicamente si no son de carrera judicial.

Los magistrados están...