La reescritura de la historia venezolana

suelen estructurar y utilizar un relato escrito siempre por ellos mismos, con el que describen y ensalzan sus presuntos éxitos en las transformaciones a las que califican de revolucionarias en sus países. Las describen a la manera de epopeya que ellos se adjudican en procura de reconocimiento y aplauso. Si para eso deben falsear la verdad, lo hacen sin empacho ni vacilación alguna, como si la verdad fuera maleable y no objetiva.Con ese propósito artero, hasta falsean las estadísticas de manera que se adapten a ese relato y lo justifiquen con un presunto rigor que obviamente es apenas una página más de una sola y gran ficción. Esto es parte de las muchas exageraciones y deformaciones a las que recurren en su afán permanente de autobombo, aprovechando la ignorancia de algunos y el desinterés de muchos.Al reescribir las páginas de la historia de sus propios países, los héroes y padres de la patria tradicionales son dejados de lado y hasta desalojados de sus pedestales y se los reemplaza por líderes autoritarios. Esto es lo que y lo que, desde hace más de medio siglo, sucede en Cuba.Ese proceso lamentable de reinterpretación torcida del pasado acaba de acelerarse en Venezuela. Bolívar ya no es el centro de la historia de ese país, ni tampoco el héroe indiscutido de la independencia. En rigor, hasta la noción misma de la independencia ha cambiado. Ocurre que el rótulo de potencia colonial ya no se refiere a España, sino al imperialismo norteamericano, respecto del cual, créase o no, Hugo Chávez, insólitamente, ocupa el centro del altar de la patria y el de la veneración colectiva.Ello es, claramente, un ejemplo burdo del llamado "culto a la personalidad", un paso más...

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