Una recurrente frustración colectiva

El video circula por WhatsApp, es una especie de stand up. está parado en el escenario y, frente a un público en el que presumiblemente abundan los libertarios, enumera el contraste: las cifras con que Macri recibió el país, las que prometía y las que supone tendrá cuando termine el mandato. Después hace una pausa, toma aire y llena la sala con un grito-insulto en registro de tenor contra el jefe de Gabinete, al que llama en diminutivo: "Marquitos Peña". El público se entusiasma, toma el nombre y arranca el famoso canto de cancha contra el Presidente, pero corea " " allí donde la letra decía " ". Ya no se oye entonces en el teatro más que ese estribillo cuya versión original dista bastante de las ideas de Milton Friedman: se llama "Es tiempo de alegrarnos" y fue compuesta en 1973 por el argentino Raúl "Sheriko" Fernández Guzmán para celebrar el regreso de Perón.Rituales tribuneros del antigradualismo. Con o sin razón, Peña es para sus detractores, a cuyas filas se han sumado en el último año muchos empresarios, algo así como una leyenda: el hombre que convenció a Macri de que la Argentina no estaba preparada para medidas drásticas. El chivo expiatorio al que, después de la corrida que hace un año hizo implosionar el sueño de una normalización paulatina, comenzaron a cargársele las culpas del fracaso económico. Como si tuviera más poder que el Presidente. Es cierto que Macri ha contribuido bastante a esta idea desde que llegó a la Casa Rosada. En 2016 se refirió a él y a sus colaboradores y como parte de su propia identidad. "Son mis ojos y mi inteligencia; cuando ellos piden algo, lo estoy pidiendo yo", aclaró. El establishment y los ministros tomaron el mensaje. En noviembre de 2017, durante un viaje oficial a la ONU, Macri reforzó la idea del vínculo al ser abordado en Nueva York por ejecutivos de fondos de inversión que le transmitían dudas sobre la velocidad que le estaba dando a las reformas: les contestó que él compartía el espíritu y las razones del planteo, pero que había decidido aceptar de su entorno la sugerencia de ir a un ritmo que la sociedad estuviera dispuesta a tolerar. Fueron las últimas manifestaciones de gradualismo explícito: cinco meses después vino la corrida.Peña y son para el establishment económico el rostro de una oportunidad perdida. Ese tópico, que relega a Macri al rol de simple ejecutor, acrecienta con los hombres de negocios desencuentros que vienen en realidad de más lejos: el Presidente nunca se ha mostrado...

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