Rechazó vivir en Suecia y, tras recibirse de ingeniera en Europa, eligió Argentina para cumplir su sueño de 'salvar al mundo'

Dictando taller de bioconstrucción.

"Acá se encuentran las canchas donde se entrena la selección de fútbol", le dijo el remisero que la había buscado del aeropuerto, dándole inicio a su primera charla en suelo argentino . Noa no conocía el país, pero la sola idea de vivir allí la hacía sonreír. Hacía tiempo que deseaba alejarse de una Europa predecible; añoraba un clima más cálido, gente relajada, y habitar en un entorno descontracturado.

A Buenos Aires llegó el 1ro de junio de 2012. Ese mismo día corrió a comprarse un alfajor de maicena, que disfrutó en un café de Palermo sorprendida por la cantidad de turistas, pero con la certeza de que se transformaría en uno de sus barrios preferidos porteños: "No sé cómo explicar que ese alfajorcito esponjoso envolvía todos los recuerdos de mi infancia en Caracas, donde iba a una cafetería que los tenía bien rellenos de dulce de leche y rodeados con coco", sonríe hoy la joven al rememorar la imagen.

Pero en aquel suelo la aguardaban otras sorpresas culinarias que revelaría apenas unas horas después: el tostado de jamón y queso -una delicia que hoy admite que ama más que a los croissanst que solía comer en Francia - y el submarino: "Con ese nombre romántico empecé a descubrir que el argentino nunca pierde la ternura, tampoco el chamuyo, una de mis palabras favoritas", dice riendo.

Noa, en Caracas.

Hacia una Argentina inesperada

Noa Schlesinger nació en Israel, se crió en Venezuela, a los 18 voló sola a París y se graduó de ingeniera en Francia. Su padre, cubano de sangre polaca y turca, y su madre, francesa con ascendencia judía argelina, se conocieron en Israel en un laboratorio de agronomía. A Venezuela llegaron con la ilusión de montar su propio espacio de investigación, algo que no funcionó, pero allí se quedaron hasta que Noa tomó otro rumbo: "Al llegar a Francia no sabía bien qué estudiar, solo que quería `salvar el mundo´", cuenta divertida. "Terminé especializándome en química. La verdad es que fueron años duros".

Luego de recibirse, a la joven le llegó una oferta laboral para una multinacional francesa dedicada al tratamiento de aguas, un sueño para ella. Le dieron a elegir entre Suecia o Argentina y no lo dudó: ¡odiaba el frío! Se había prometido que no iría más allá del norte de París, así que retornó a su Latinoamérica querida, y a una tierra que la colmaba de curiosidad.

A sus amigos parisinos les dijo que se iría por apenas un año: "Jamás imaginé que pasaría de vivir en la icónica capital...

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