La realidad que no queremos ver

Parece que los argentinos ya nos hemos acostumbrado a ignorar ciertas realidades, pero las estadísticas, con la fría objetividad de los números que no tienen pertenencia ideológica alguna, se encargan de recordarnos en qué tiempo de nuestro país estamos viviendo. Hoy, en la Argentina, increíblemente rica en recursos de todo tipo, la pobreza se ha vuelto estructural: el ciclo de la pobreza ya no se agota en el transcurso de la vida de una sola persona. Un niño que nazca en condiciones de pobreza tendrá más posibilidades de casarse y tener hijos cuando todavía sea adolescente, y una niña desnutrida dará a luz niños con bajo peso al nacer, y, al igual que sus padres, esos niños tenderán a legar su pobreza a la generación siguiente, según los datos que maneja Unicef.De acuerdo también con datos locales de 2012, al menos uno de cada diez hogares en la Argentina se encuentra en condiciones de vulnerabilidad estructural; un cuarto de las familias más pobres no es ni propietario ni inquilino de la vivienda que habitan, y uno de cada cuatro hogares del estrato socioeconómico muy bajo habitaba en una vivienda precaria, frente a tan solo el 1,7 % del estrato medio alto.Podríamos seguir enumerando situaciones que deberían movilizar a toda la sociedad, pero, en particular, a los funcionarios y a los dirigentes políticos elegidos para representarnos, porque evidentemente hay todavía un Estado ausente en muchos sectores, como el del trabajo, y su función no puede...

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