Reabre un templo de la resistencia

En Buenos Aires crece la cantidad de espectáculos pagos, gratuitos y a la gorra, que nutren el circuito de salas, cada vez más vital que funciona en tres sistemas (oficial, comercial y el off ). Tanto es así que a las distintas compañías se les complica conseguir salas y la cartelera presenta una variedad y dinamismo inagotables, muy poco frecuente en el resto del mundo.En este contexto, la inauguración de un nuevo/viejo teatro es una noticia más que auspiciosa por las especialísimas connotaciones que la rodean. Es que vuelve el Picadero, en origen, allá por la década del 20 del siglo pasado, fábrica de bujías, y que 60 años después se convirtió en ámbito ideal para espectáculos. Allí, en 1981, 21 obras breves dirigidas por otros tantos directores, y representadas por más de cien actores, dieron lugar al fenómeno de Teatro Abierto que, al decir del dramaturgo Roberto Cossa, resultó intolerable para la dictadura militar, que había ignorado el teatro de compromiso en sus dispersas catacumbas, pero que se inquietó más de la cuenta cuando todos confluyeron sobre el entonces Pasaje Rauch (hoy, pasaje Santos Discépolo)."Lo que los militares no toleraron -dijo el autor de La nona - es que nos uniéramos, porque Teatro Abierto fue un hecho más político que teatral". Por eso no extrañó que en la madrugada del 6 de agosto de 1981 un incendio lo devastara. Pero esas llamas no hicieron más que encender aún más el interés por Teatro Abierto, cuyo ciclo prosiguió, sin interrupciones, en el Tabarís.Las instalaciones del Picadero cobijaron en los 90 estudios de TV y su naturaleza teatral volvió a expresarse fugazmente, pasó de mano en mano y estuvo cerrado otra vez por largos períodos. La picota casi se lo lleva puesto cuando un nuevo emprendimiento inmobiliario estuvo a punto de engullírselo. Las gestiones de la ONG Basta de demoler y el aniversario redondo de los 30 años de Teatro Abierto el año pasado recordado frente a su fachada tapiada sirvieron para que se tomara conciencia de que un hito patrimonial de la ciudad, con honda significación histórica, podía ser arrasado. Y ese peligro fue conjurado.Hecho a nuevo por dentro -con un espacio central que cuenta con 295 butacas dispuestas de manera semicircular como la sala Casacuberta del San Martín en tamaño más pequeño, un espacio gastronómico temático en la planta baja y una terraza con fines múltiples-, la remozada fachada florentina del Picadero volverá a brillar cuando eche a andar su primer espectáculo, la...

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