Las razones de la crisis global

Hace ya tres años y medio que se busca con poco éxito a los culpables de la crisis global. Siguen prófugos porque todavía hay pocos estudios objetivos y sobran explicaciones ideológicas del tipo "¿vieron que teníamos razón?". Los heterodoxos culpan a los excesos de un sistema financiero poco o mal regulado, a los movimientos internacionales de capitales, al neoliberalismo y su retirada del Estado y, algo menos, a la globalización comercial. Los ortodoxos responsabilizan a las políticas fiscales y monetarias expansivas (a la Greenspan) y también a un Estado de Bienestar demasiado generoso e insolvente, sobre todo en Europa. Ambos tienen su parte de razón, porque ha habido fallas del Estado y también del mercado. Su justo balance llevará todavía mucho tiempo, pero el propósito aquí no es "dictar" un fallo salomónico, sino presentar una interpretación alternativa.

Es bueno comenzar preguntándose por qué, desde hace un par de décadas, les ha ido tanto mejor a los países emergentes que a los desarrollados. ¿Por qué ningún país emergente fuera de Europa sufrió con fuerza la Gran Recesión? ¿Por qué entre los 22 los países que todavía no han recuperado su producto bruto de cuatro años atrás hay 11 desarrollados -todos europeos, salvo Japón-: cinco de Europa oriental y seis islas caribeñas? Fuera de estas últimas, ningún país de Africa, América latina o Asia se encuentra en tal situación. Más aún, ellos han crecido rápidamente entre 2007 y 2011, con tasas anuales de 8,1% en Asia; 4,7% en Africa al sur del Sahara; 3,9% en Medio Oriente y Africa del Norte; 3,3% en América latina y 2% en Europa oriental y la ex URSS.

La razón de estos éxitos es que desde hace una, dos o tres décadas, según los casos, la mayoría de los emergentes ha optado por un bajo endeudamiento, basado en la solvencia fiscal y una tendencia al superávit o equilibrio del balance de pagos; una baja inflación y tipo de cambio administrado, para así evitar fuertes apreciaciones o devaluaciones; la atracción de inversiones reales, y un sesgo exportador apoyado en una razonable apertura de la economía, sin desmedro de políticas industriales selectivas para algunos sectores.

En la mayoría de los países todo esto se ha hecho en un contexto de consolidación o instauración de la democracia y con muy variable intervención del Estado, lo que impide encasillar tales políticas en la ortodoxia o en la heterodoxia; se destaca en cambio su sentido común. Políticas análogas, y aquí comienza la...

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