La razón de mi vida

Como Eva Perón, Sandra Torres quiso establecer su Día del Renunciamiento. En su caso, el "sacrificio personal y familiar" empezó el 8 de abril con el divorcio del presidente de Guatemala, Alvaro Colom. No tomó esa drástica decisión por falta de amor a su marido, repuso, sino por exceso de amor a su pueblo. "Me estoy divorciando del presidente para casarme con el pueblo", resumió entre lágrimas. No renunció a ser candidata a vicepresidenta como "la abanderada de los pobres" argentina en 1951, aquejada por la enfermedad, sino a ser una simple ama de casa una vez que su ahora ex cónyuge deje el cargo y pierda el privilegio de ir por el mundo sin nada en los bolsillos ni preocupación por pagar cuentas.El artículo 186 de la Constitución de Guatemala, cual seguro contra el nepotismo, prohíbe que los familiares del presidente de la República de hasta el cuarto grado de consanguinidad y el segundo de afinidad puedan aspirar a sucederlo. En vísperas de las elecciones generales del 11 de septiembre, Torres resolvió divorciarse de su marido y, de ese modo, eliminar todo parentesco con él. Parecía el plan perfecto, pero, después de numerosas instancias judiciales, la Corte Suprema ha rechazado el recurso de amparo, pedido por el partido oficialista Unión Nacional de la Esperanza (UNE).El Tribunal Supremo Electoral y el Registro de Ciudadanos de Guatemala, a su vez, habían reprobado su inscripción como candidata presidencial por haber cometido "fraude de ley", al evadir la prohibición constitucional, más allá de que se haya divorciado. Por su entrañable "amor al pueblo", Torres y Colom dilapidaron ocho años de matrimonio y seis de noviazgo. En la última instancia, la Corte de Constitucionalidad, la "esposa de nadie" y "madre soltera de cuatro hijos", como se define a sí misma, alegó que la limitación constitucional para ser candidata "destruye la aspiración de una elección libre y democrática".Son argumentos falaces que degradan la democracia, dañan las instituciones y, cual caldo de cultivo de indignados como los españoles, ensanchan la brecha entre representantes y representados. El poder no distingue límites cuando algunos creen que nunca volverán a ser ciudadanos corrientes. ¿Por qué no propició Colom una reforma constitucional, por más que sea otra artimaña usual entre los presidentes latinoamericanos con afanes de ser reelegidos, en lugar de llegar a esta insólita situación? De habilitarse la candidatura de Torres, la reforma habría sido...

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